Viernes, 14 junio 2002 Año III. Edición 388 IMAGENES PORTADA
Sociedad
Sin mover ficha

Tras el discurso de Bush, la visita de Carter y las 11.000 firmas del Proyecto Varela, la opinión pública continúa aguardando una respuesta de La Habana.
por ADOLFO FERNáNDEZ SAíNZ, La Habana  
Fidel Castro
Castro en Sancti Spíritus. Ninguna referencia al discurso
de Bush

Por primera vez un primer mandatario de "la potencia enemiga" se pronuncia tan a fondo sobre Cuba y prácticamente dedica el día a su nueva política con respecto al régimen de Fidel Castro —en fecha tan significativa, además, como el 20 de mayo pasado—, y en La Habana no mueven ficha.

El presidente estadounidense George W. Bush expuso su nuevo plan el día del Centenario de la Independencia de Cuba. Desde la Casa Blanca primero, desde Miami después, al "primer ciudadano del mundo" no se le quedó nada en el tintero. Su plan consiste mayormente en no levantar las sanciones comerciales contra la Isla ni permitir viajes de turistas estadounidenses mientras el régimen no efectúe los cambios que espera todo el mundo.

Cabía esperar que, a más tardar al día siguiente, Fidel Castro se pronunciara. Se imponía, incluso, "una marcha del pueblo combatiente", al menos medio millón de habaneros en desfile militante frente a la Sección de Intereses de los Estados Unidos. Nada de ello se produjo.

La Habana optó por dejar pasar cinco días, hasta el sábado 25 de mayo en Sancti Spíritus, donde Castro pronunció uno de los discursos más suaves y comedidos de su carrera política, y en el que no respondió al reto planteado por Bush a principios de semana. Y todavía más: el gobernante cubano no ha respondido siquiera a la visita del ex presidente norteamericano James Carter, que tuvo lugar del 12 al 17 de mayo. Un hecho tan trascendental requería, al menos, una comparecencia televisada del máximo líder para dar explicación a todos los comentarios y dudas que dejaron las preguntas y solicitudes del ex mandatario, y que han quedado como cabos sueltos. En principio, era previsible que La Habana guardara un prudente silencio, ya que Bush hablaría tres días después en Miami por el Centenario de la Independencia, pero evidentemente el régimen se ha quedado sin comentarios en ambos casos.

Lo mejor que tiene la propuesta de Bush es que deja toda la iniciativa en manos de La Habana. No cierra la puerta a la negociación. En lugar de decir que no habrá levantamiento del embargo mientras Fidel y Raúl estén en el poder, Bush invita a los Castro a iniciar los cambios ("Sr. Castro, celebre elecciones libres. Sr. Castro, haga reformas económicas verdaderas"). El presidente norteamericano reconoce, además, que la libertad "se alcanza paso a paso". Ello representa una propuesta de transición gradual, y Bush ha prometido que sabrá reciprocar flexibilizando las sanciones.

En lo que todos esperaban fuera la respuesta de Castro al reto de Bush, aquél se limitó, el 25 de mayo, a defenderse de las acusaciones de que posee capacidad tecnológica y voluntad para producir armas biológicas, a lo que —por cierto— el mandatario estadounidense no hizo mención. Fidel Castro también se mostró sumamente respetuoso y solidario con el pueblo norteamericano, lo cual significa que el tema no está agotado.

El Sr. Bush se vio mucho mejor asesorado para la ocasión que todos sus predecesores juntos. Sabía de lo que estaba hablando. Los presidentes estadounidenses, en sus aisladas referencias a Cuba, siempre han dicho que en ella no hay libertad, que hay presos políticos y que el pueblo escapa del país. Pero al referirse a las 11.000 firmas del Proyecto Varela y a que el régimen cobra en dólares y paga a sus obreros en moneda nacional, Bush alcanzó un nivel de detalle y precisión que se escucha por primera vez en este contexto.

Todos los puntos que propuso el mandatario norteamericano para la Isla son muy correctos, y todos se refieren a la situación interna en el país. El régimen no tendría necesariamente que empezar por donde dijo Bush, sino iniciando cualquier reforma seria, como repartir tierras a particulares o flexibilizar el trabajo por cuenta propia.

Castro, incluso, se ha cuidado de atacar personalmente al Proyecto Varela, algo que en otras circunstancias no habría sucedido.

Jimmy Carter salió de la Isla visiblemente disgustado ante la negativa castrista a iniciar cambios. La administración republicana le ha repetido al Gobierno cubano la dosis de pedirle reformas internas. Es evidente que Fidel Castro no tiene respuesta convincente. Y es muy mala publicidad decir que no hay nada que cambiar cuando el mundo tiene los ojos puestos en él y espera una respuesta.


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