Viernes, 14 junio 2002 Año III. Edición 388 IMAGENES PORTADA
Sociedad
Quien honor merece

Una reflexión y algunas reparaciones cuando se cumplen 101 años de la implantación de la Enmienda Platt.
por DIMAS CASTELLANOS, La Habana Parte 1 / 2
Enmienda Platt

El centenario de la República de Cuba puso nuevamente en escena el tema de la Enmienda Platt. En algunos de sus programas los medios de comunicación oficiales trataron de descalificar y desconocer el 20 de mayo como fecha patria, y a los constituyentes que tuvieron la responsabilidad histórica de elaborar la Primera Ley de la República y pronunciarse a favor o en contra del controvertido apéndice constitucional el 12 de junio de 1901.

Además de razones éticas y de respeto hacia los delegados electos a la Convención Constituyente de 1901, se impone una razón práctica para negar dicho enfoque: el principal valor de la historia consiste en que ella es fuente de enseñanza para acciones posteriores, pues la reflexión sobre lo acaecido constituye un valioso instrumento para la toma de decisiones.

La declaración de guerra de los Estados Unidos de América a España y sus resultados fue consecuencia de la correlación de fuerzas y de los intereses geopolíticos que se estaban definiendo en la arena internacional entre las potencias de la época, cuando el mundo colonial sucumbía al avance de la modernidad.

La primera premisa de cualquier análisis objetivo es dejar establecido que, tanto la intervención de Estados Unidos como la situación histórica creada a partir de ella, no dependió de la voluntad de ningún cubano —incluso si se acepta que alguno sintió afición por la anexión al Norte. Tal definición convierte en ejercicio estéril la insistencia en juzgar la conducta de aquellos criollos y hacer caer sobre ellos una responsabilidad que no les corresponde. Resulta de mayor valía —más allá de extremos e ideologías— reflexionar sobre las condiciones en que hubo de enfrentarse la imposición de la enmienda constitucional y las consecuencias de una u otra determinación. Sólo sobre esa base se puede comprender y evaluar tan controvertido episodio.

Tampoco es objeto de discusión que aquel apéndice constitucional (que refrendaba el derecho de otro país a intervenir en Cuba, omitía la entonces Isla de Pinos del territorio nacional e imponía la venta o arrendamiento de tierras para bases navales o carboneras) constituyó un chantaje y una grotesca injerencia. En esas condiciones de ocupación, presión y amenazas de una potencia extranjera, los constituyentes tenían sólo dos opciones: violencia o diálogo-negociación.

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