Viernes, 14 junio 2002 Año III. Edición 388 IMAGENES PORTADA
Sociedad
Cuesta abajo y sin tino

La enésima crisis nacional, de nuevo a la cuenta del ciudadano de a pie.
por ADOLFO FERNáNDEZ SAíNZ, La Habana  
Mujer
Subida de precios. ¿Y ahora qué? (C. Piza)

El Gobierno anunció oficialmente la retirada de Cuba como potencia azucarera el pasado 1 de junio. El diario Granma informó que en los próximos años la industria del dulce debía concentrarse en abastecer el mercado interno, cumplir los compromisos contraídos y colocar partidas de azúcar en el exterior sólo cuando hubieran garantías de ganancia en divisas.

Mala noticia: la nueva estrategia de repliegue supone el cierre de los centrales azucareros menos eficientes (cuando cierra un central el asentamiento poblacional aledaño, que en Cuba se conoce como batey, pasa a ser un pueblo fantasma).

Por otro lado, el Gobierno también está aplicando un plan de medidas para el ahorro de combustible, que implica acciones más estrictas que las ya vigentes. La nueva crisis energética tuvo su origen en la negativa de la entidad petrolera PDVSA a seguir sirviendo el producto sin obtener pago a cambio.

La crisis se acentúa con la retirada de importantes fuentes de financiamiento: España, Francia, Italia y Japón no están dispuestos a seguir concediendo créditos al régimen para que éste continúe con su fallido proyecto político y económico. Es de suponer que ello esté relacionado con el hecho de que La Habana pagó al contado a los Estados Unidos por las partidas de alimentos adquiridas tras el paso del huracán Michelle.

Ha habido una sensible caída del turismo desde el 11 de septiembre, con el consecuente cierre de hoteles, de pisos enteros en muchas instalaciones turísticas y despido de empleados. También se han reducido las remesas que envían los familiares cubanos que viven en el extranjero, porque a ellos tampoco les va bien.

En medio de la crisis, el Gobierno confirma el rumor generalizado y aumenta los precios de la mayoría de los productos que se expenden en la red de tiendas estatales en dólares.

Desde un punto de vista ético, ¿qué tenemos? Ante la falta de liquidez, la cúpula gobernante decide unilateralmente subir el costo de las mercancías que son de su exclusiva propiedad, y que el pueblo precisa. Son productos que sólo se venden en dólares y sólo vende el Estado. No influye en la subida de precios la ley de la oferta y la demanda ni ninguna otra consideración de mercado. Simplemente, el régimen necesita más dinero y lo saca del bolsillo del consumidor.

A nivel social, el malestar es notable. Ya los costos eran exorbitantes antes de la subida: mercancías de inferior calidad que el Estado compraba al por mayor y a las cuales extraía una ganancia desproporcionada. Precios superiores a los de cualquier otro país, incluso a los de capitales del Primer Mundo. Los europeos que visitan la Isla se asombran de sus altos importes siendo el cubano un consumidor escrupulosamente pobre.

Verdad que también se anunciaron rebajas a productos catalogados como de primera necesidad, ¿pero es un ventilador un artículo suntuario para quien duerme en una barbacoa? ¿Lo es un refrigerador para una ama de casa que no puede darse el lujo de botar las sobras? Especialmente escandaloso es el aumento del 30% al precio de la gasolina. La medida es demoledora para el ya maltrecho bolsillo de un gran número de cubanos.

La decisión de cerrar los centrales azucareros parece de corte neoliberal: puede que económicamente no tenga sentido seguir produciendo azúcar para exportar, ¿pero qué será de la vida y la tradición de los azucareros?

La subida de precios unilateral es sumamente impopular, porque la gente se da cuenta de que le están haciendo pagar el fracaso económico del Gobierno. Fidel Castro no enfrentaba una situación tan difícil desde los peores años del llamado Período Especial. A ello se suman los reiterados pedidos de apertura económica y política que el régimen recibe de las más diversas fuentes: Jimmy Carter, George W. Bush, la Unión Europea, el clero cubano...

Con el actual sistema de economía cerrada es imposible remontar la crisis. El Gobierno podrá salir de este arduo episodio, pero sólo para continuar nadando contracorriente. Ya no puede infundir en el pueblo la más remota esperanza.


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