Lunes, 03 junio 2002 Año III. Edición 379 IMAGENES PORTADA
Sociedad
Deslices de un Proyecto

por MICHEL SUáREZ, Valencia Parte 1 / 2

Sólo un gesto de voluntad política, de unidad hacia un fin o de utópico deseo de que "el perro termine envenenado por su propia rabia" conducirían a que se asimile el denominado Proyecto Varela, presentado por la oposición cubana a la Asamblea Nacional del Poder Popular.

No hay otras razones. Después de un análisis concienzudo, en el que cada línea apunta a un laberinto legal, no debe albergarse la más mínima esperanza de que el Proyecto sea el camino definitivo de la reconciliación nacional. Quienes lo diseñaron sin duda han actuado valientemente, pero la ingenuidad muchas veces se paga cara.

Como concepto, utilizar las propias leyes para intentar reformar el país es positivo, pues dice mucho del horizonte político de los líderes opositores cubanos, convencidos de que el inicio de la transición debe ser pacífico, civilizado y gradual. Pero sólo como concepto: en realidad la Constitución de la República de Cuba no es todo lo dadivosa que se ha planteado en cuanto a propuestas e iniciativas ciudadanas.

El Proyecto Varela nos presenta una relectura de la Carta Magna tal vez demasiado optimista. Ignora, a ratos, que la propia Constitución fue redactada a imagen y semejanza de Fidel Castro para responder a intereses particulares de poder, por lo que éticamente es inconstitucional. Triste paradoja lo de Constitución inconstitucional, pero no caben otras apreciaciones.

El artículo 1 es utilizado con total serenidad y resignación por el Proyecto Varela: "Cuba es un Estado socialista...". Desde él, y reconociéndole implícitamente presuntos valores, pretende alcanzar las reformas. Peca al no condenar que la ley fundamental de un país democrático no debe legitimar ni proclamar como superior o rectora a ideología alguna. El Estado no necesita el adjetivo de "socialista". Socialista puede ser un partido político, pero no una definición en la Carta Magna. Hacía falta un referéndum para conocer si el pueblo quiere seguir siendo socialista, una condición que Castro le impuso en una coyuntura de sí o sí. Y no es lo mismo el socialismo como corriente de pensamiento que potencia la justicia y equidad social que el que intenta suprimir los derechos civiles y enquistarse en el poder.

En otro de sus deslices, la petición ciudadana culpa a las leyes complementarias y exime de responsabilidad a la Constitución. Craso error. La Carta Magna actual es esencialmente totalitaria y las leyes auxiliares la respaldan. Sus propios artículos versan que la iniciativa de leyes "compete a los ciudadanos mediante 10.000 firmas", pero reconoce que es "atribución de la Asamblea Nacional del Poder Popular aprobarlas, modificarlas o derogarlas, y someterlas a consultas populares cuando lo estime procedente". El Proyecto Varela deja la discusión final en manos de un parlamento unicameral, compuesto por 500 diputados designados por el Partido Comunista, y controlado por el responsable de todos los males actuales.

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