Lunes, 08 abril 2002 Año III. Edición 339 IMAGENES PORTADA
Sociedad
El país como derecho

¿Por qué en lugar de fraguar Cubas futuras el exilio no se ocupa de su propia carencia de derechos?
por ENRIQUE DEL RISCO, New Jersey Parte 1 / 2
Familia López
Familia López: un 'susto' en La Habana

Hace unas semanas, el dueño del supermercado donde hago mis compras fue noticia. Como casi siempre ocurre, él hubiera preferido no serlo. Viajaba a Cuba, país donde nació y del que todavía es ciudadano, y allí fue retenido junto con toda su familia acusado de tráfico humano: su hermano había logrado abandonar la Isla usando documentación falsa.

Obviamente, el dueño de mi supermercado fue elegido para pagar las culpas (me pregunto si no se podrá procesar al régimen de La Habana por almacenamiento ilegal de seres humanos. Con el agravante de malas condiciones de almacenamiento, mala iluminación, hacinamiento, alimentación deficiente, etc.). Si pudo salirse de la trampa en la que había caído fue gracias a que viajaba con un amuleto vivo. Su hija de apenas seis años nació en Estados Unidos y era, por tanto, la única que había viajado al amparo del pasaporte norteamericano. La historia, por suerte, tuvo un final feliz, si se excluye lo que los captores de la familia tal vez identifiquen como felicidad: tuvieron que dejar salir a la niña de Cuba y con ella al resto de la familia temiendo que el incidente degenerara en un caso Elián González a la inversa. Al menos el precedente de Elián ha obligado a su beneficiario principal, el Gobierno de La Habana, a andarse con algo más de discreción en lo que a separación de familias respecta.

El incidente, aun con final feliz, pone nuevamente sobre el tapete una de las más persistentes violaciones de los derechos humanos que el castrismo comete ya no sólo en la persona de los cubanos almacenados indefinidamente en la Isla, sino hasta en la de los que han tenido la suerte de escapar al exterior. Se trata de la supresión del derecho a entrar y salir del propio país de origen contraviniendo con ello el artículo 13 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, que en su segundo inciso declara: "Toda persona tiene derecho a salir de cualquier país, incluso del propio, y a regresar a su país". El cubano es uno de los pocos regímenes actualmente vigentes que se reserva dar permiso o no para salir del país y exige visa a sus propios ciudadanos para entrar en él. Con ello se asegura, por un lado, una no despreciable entrada de divisas, y por otro controlar la entrada de residentes en el exterior y chantajear, con el no otorgamiento de visas, a aquellos que lo cuestionen. Este sistema de extorsión se completa al obligar, incluso a los nacidos en Cuba que posean otra nacionalidad, a viajar a la Isla con pasaporte cubano. Con esto se hace caso omiso a otro de los artículos de la citada declaración de los derechos humanos que establece que "a nadie se privará arbitrariamente de su nacionalidad ni del derecho a cambiar de nacionalidad".

Tal acumulación de absurdos legales y violación de derechos universalmente aceptados persigue no solo cribar a quienes entran en Cuba, sino garantizar que los que lo consigan lo hagan sin las garantías que les pudieran ofrecer sus ciudadanías adoptivas. No todos tienen la suerte del caso que mencionaba al principio.

Este tipo de atropello se ha hecho tan cotidiano que nos hemos acostumbrado a convivir con él. Lo aceptamos como si fuese parte de la cuota de castigos que al parecer merecemos por el simple hecho de haber nacido en Cuba. Esa cotidianidad no aminora la posibilidad de desembocar en tragedia, como la de los miles de compatriotas que por esas previsoras disposiciones se han visto impedidos de asistir a su familia en los momentos más difíciles. Famoso es el caso de Celia Cruz, a la que se le impidió visitar a su madre moribunda, pero no el único ni mucho menos.

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