| Una bomba de tiempo |
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| 40 años de la Unión de Jóvenes Comunistas: un repaso al ala juvenil del unipartidismo cubano. |
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| por MICHEL JUáREZ, Valencia |
Parte 1 / 3 |
Sin alternativas ni signos reformistas a la vista, la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC), ala juvenil del Partido Comunista de Cuba, celebra por estos días los 40 años de su creación, convertida —desde el regreso del niño Elián— en la pretendida locomotora ideológica del régimen de La Habana.
Creada el 4 de abril de 1962, la UJC recibiría una misión casi idéntica a la de las otras organizaciones surgidas al calor del triunfo fidelista: agrupar, controlar y adoctrinar a las nuevas generaciones de cubanos bajo la égida del Partido y su paradigma totalitario.
Arropado por la legitimidad de un movimiento cívico-popular que luego de expulsar al tirano Batista se adueñaba del poder y transformaba "revolucionariamente" el país, Fidel Castro aniquiló —literalmente— todo lo que interfería el paso de la naciente revolución comunista, acudiendo lo mismo a la eliminación física y sumaria de cientos de ciudadanos que a las confiscaciones arbitrarias, pasando por la rigurosa y milimétrica institucionalización de la Isla.
Sin duda, fueron las novedosas estructuras creadas por el régimen las que terminaron cercando a Cuba, en un risible intento de sociedad civil oficialista. No en vano algunos estudiosos plantean que de ese entramado de organizaciones fieles y unánimes nació la llamada "indefensión colectiva" que todavía sufre la nación. Ningún sector o tendencia quedó al margen del proceso, y fuera de ese entorno ha sido prácticamente imposible acceder a cualquier "derecho" en la Isla, desde el más insignificante puesto de trabajo hasta la continuidad de estudios en una Universidad.
De este ambiente enrarecido, aparentemente revolucionario, brotó la Unión de Jóvenes Comunistas, desde entonces la principal "fábrica" de ideólogos en serie, oportunistas y aspirantes a sucesores que ha conocido Cuba. De sus filas emanaron ilustres corruptos como Luis Orlando Domínguez; ministros coronados y sepultados como Roberto Robaina; reformistas timoratos como Carlos Lage; seudo-intelectuales como el actual Secretario General Otto Rivero Torres. De todo y más, sin contar con que la compulsión represiva del Gobierno ha provocado que cientos de miles de jóvenes sin vocación comunista ni inclinaciones de izquierda se integren a la organización, so pena de autoexcluirse.
A Fidel Castro nunca le ha quitado el sueño la existencia de la doble moral entre los jóvenes cubanos; más perentorio resulta mantenerlos agrupados bajo el influjo de una recia preparación ideológica y a merced de las obligaciones que entraña ser militante de la UJC: incondicionalidad ante las verticales ideas del momento y disposición a ejercer de relevo, más o menos eficaz, de una generación histórica que algún día deberá abandonar el escenario político. Poco importa si esa juventud realmente se lo cree o no.
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