| Las 47 horas que sacudieron a Cuba |
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| La breve caída del presidente venezolano Hugo Chávez hizo a la Isla más Isla que nunca. |
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| por BASTIANA RODRíGUEZ, Caracas |
Parte 1 / 2 |
Jamás sabremos si las 47 horas que terminaron provisoriamente con el régimen de Hugo Chávez provocaron tristeza o alegría en la población cubana. La tristeza o la alegría de que puedan ser susceptibles los cubanos no son, desde hace 43 años, atributos inalienables de su población: pertenecen a los instructivos de los CDR y se ponen en práctica según decisiones de quien se ha erigido en su padre protector, vitalicio y hereditario.
Lo que sí sabemos, y deja al descubierto la trama siniestra de quienes administran esa tristeza y esa alegría, es la reacción de la nomenclatura y de los derechohabientes de eso que desde el 1 de enero de 1959 se llama "revolución cubana". El corresponsal en La Habana del periódico español El País, Mauricio Vicent, nos lo hizo saber en su corresponsalía del 28 de abril, bajo el título Cuba, más isla que nunca, y un llamado de atención: "El régimen de Castro vive uno de sus peores momentos en América Latina tras la crisis con México y la ruptura con Uruguay". La lectura del artículo revela que hechos tan graves como los señalados son minucias diplomáticas en comparación con lo que le hubiera sucedido al régimen castrista si en aquellas 47 horas hubiera terminado por imponerse la voluntad absolutamente mayoritaria de la población venezolana: salir del caricaturesco epígono de Castro, el ex teniente coronel golpista, Hugo Rafael Chávez Frías: "Para La Habana, mucho más preocupante que su diferendo con México fueron las 47 horas que pasó Hugo Chávez fuera del poder en Venezuela. Este país es hoy el primer socio comercial de Cuba en el mundo. Además de suministrar a la isla la tercera parte del petróleo que consume en condiciones preferenciales, el intercambio comercial llegó el año pasado a 1000 millones de dólares, superando a España". Según un funcionario cubano, esas 47 horas "fueron angustiosas". Y añadió: "Fuimos más isla que nunca".
El feroz aislamiento que la caída de Chávez le hubiera acarreado a la nomenclatura cubana y a Castro, su mandarín, explica no sólo el interés e incluso la "entrañable amistad" de Castro con Chávez —una relación absolutamente asimétrica, vista la ya reconocida ingenuidad y emotividad del joven discípulo y la frialdad maquiavélica del maestro—, sino la presencia de miles de funcionarios castristas y la influencia decisiva del aparato de seguridad cubana en los asuntos venezolanos. Si toda representación diplomática cubana es un aparato político militar de penetración según las posibilidades del terreno, la apostada en Caracas es hoy la más numerosa, la más activa y la más fructífera para los intereses castristas. Abarca desde el más íntimo entorno de la seguridad del presidente hasta los altos mandos del Estado Mayor de las fuerzas armadas venezolanas, incluyendo los clásicos campos de penetración: la artes, la ciencia y la cultura, la medicina, el deporte y la educación. El aparato de control del Gobierno venezolano está absolutamente infiltrado por "la simpatía" de los compañeros revolucionarios cubanos, que ya participan en sectores claves para un proyecto de toma del poder en los clásicos términos insurreccionales: los "Círculos Bolivarianos", grupos de acción ideológico-militar de una docena de activistas armados que ya ascienden a la cantidad de 10 mil unidades.
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