Lunes, 07 enero 2002 Año III. Edición 274 IMAGENES PORTADA
Opinión
La indignidad soberana

Guantánamo y Lourdes: dos heridas en el orgullo de la nación.
por MANUEL CUESTA MORúA  

El Gobierno ruso retira su base radioelectrónica de Lourdes en un acto de soberanía imperial. El Gobierno cubano intenta retrotraer ese acto en un gesto de indignidad soberana.

Por razones que se pueden comprender dentro del juego dinámico de las potencias, los rusos miran al tablero mundial para ordenar sus alianzas y fijar sus posiciones en el entramado geopolítico. Por razones que no puedo entender en los límites fijos de la soberanía de Cuba, las autoridades del país sacrifican el control territorial, que es la base física de la soberanía, por mantener una confrontación política que se origina, paradójica y presumiblemente, en la necesidad de defender esa misma soberanía.

Se pretende así hacer ver que la soberanía de una nación se garantiza conculcándola; lo que me parece peligroso al mismo tiempo que incongruente con cualquier pretensión de dignidad soberana.

Mi cabeza política me dice que es peligroso defender una nación tentando a los que teóricamente quieren destruirla. Si usted quiere defender sus gallinas del zorro, no ponga cuervos ajenos en su propio patio. Lejos de disuadirlo, usted corrige, aumenta y difiere su pretensión para cuando los cuervos decidan volar, después de sacarle sus ojos. Porque la teoría de la disuasión, que funciona entre zorros y cuervos, no es válida para las gallinas, que sólo necesitan tranquilidad en su patio.

Con ello estoy diciendo, en lenguaje más directo, que la seguridad de un pequeño país no se garantiza en los marcos de la disuasión entre potencias. Fue una falacia pretender que los norteamericanos no nos invadieron en 1962 por la presencia de cohetes nucleares en nuestro territorio. Lo que funcionó fue el temor a la mutua destrucción asegurada de los contendientes, y el temor a una conflagración mundial de nuevo tipo. De paso se protegió a Cuba con la misma garantía que si los cohetes se hubieran situado en República Dominicana.

Por ello, cuando las potencias se infundieron todo el miedo necesario para disparar la disuasión, el conflicto se resolvió entre ellas y sólo entre ellas. Ahora una juega no ya a la disuasión, sino a la entente, con independencia de la real o supuesta seguridad de Cuba.

Si los soviéticos instalaron la base de Lourdes y los rusos negociaron su permanencia, fue por lo que podríamos llamar como necesaria seguridad adelantada de las potencias. Lo que significa que en este punto, no hay diferencias entre la gloriosa Unión Soviética y el Oso Imperial ruso. Aquélla hubiera hecho en octubre del 2001 lo que hizo en octubre de 1962. Éste habría hecho en octubre del 62 lo que acaba de hacer en el mismo mes 39 años después.

Llegado este momento, me pregunto con toda seriedad: ¿dónde están los estrategas políticos del Gobierno? Pero me hago también otra pregunta fundamental: ¿dónde está, a esta hora, el nacionalismo oficial?

Mi cabeza nacionalista no admite conjurar una humillación con otra humillación. La base naval de Guantánamo es una herida de cien años en nuestra soberanía territorial. No veo en este caso que se puedan aplicar los principios de la homeopatía para sanar una herida que está pendiente en el cuerpo de la nación cubana.

Los rusos hicieron muy bien en irse definitivamente de nuestro territorio. Ello inicia la ruta que viene siendo necesaria desde que intentamos forjarnos como nación. Ella se completará, de algún modo, cuando los norteamericanos abandonen, a su vez, la porción de territorio oriental que ocupan contra nuestra voluntad.

Entonces, y sólo entonces, disfrutaremos de cuerpo entero nuestra soberanía como país.

En nada contribuye a este propósito o posibilidad que las autoridades cubanas —de las que pongo en duda su nacionalismo—, alquilen una pezuña de la Isla para escuchar lo que dicen o hacen otros, que también nos alquilaron el territorio por sus propios intereses y para sus propios propósitos. Eso no es dignidad.


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