Chibás: conducta, pensamiento y acción |
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Más que nada, el dirigente ortodoxo representa la imposibilidad de reformar la sociedad desde el personalismo |
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por DIMAS CASTELLANOS |
Parte 1 / 2 |
El octavo mes del año constituye una oportunidad única para reflexionar sobre el pensamiento y la acción de Eduardo Chibás. Su memoria, siempre presente, se acrecienta cada agosto, mes que lo vio nacer, atentar contra su vida y desaparecer físicamente.
Santiaguero de nacimiento, ingresó en la Facultad de Derecho de la Universidad de Gerardo Machado, se sumó al primer Directorio Estudiantil contra la prórroga de York; sufrió prisión en 1935; fue elegido a la Constituyente de 1940 por el Partido Revolucionario Cubano Auténtico; fundó el Partido Ortodoxo en 1947; resultó candidato a la presidencia de la República en 1948; atentó contra su vida el 5 de agosto del 51 y falleció el 16 del propio mes.
La corrupción política y administrativa, mal enraizado desde la colonia y reverdecido en el fértil terreno de la República, acaparó su atención, acción y preocupación. Chibás tenía la profunda convicción de la imposibilidad del progreso de la nación en formación si los políticos y funcionarios administrativos carecían de civismo.
Su experiencia política dentro del autenticismo, donde fue vocero y senador del Partido Auténtico durante el gobierno de Grau San Martín, lo llevó a la conclusión de que "en un Partido, las ideas fundamentales tiene mucha importancia, pero también tienen una importancia vital los hombres que van a ponerlas en práctica". Para Chibás, entre portadores y proyectos no podía existir divorcio. La correspondencia armónica entra hombres e ideas, era, precisamente, una de las carencias republicanas.
En otra oportunidad expresó: "No se puede construir una nación sobre cimientos podridos. Por eso hay que talar y destruir primero para desecar el pantano y edificar después sobre una base sana. Eso –decía– es lo que estamos haciendo los ortodoxos con ¡Vergüenza contra Dinero!".
Esas citas, que expresan una y la misma idea, son suficientes para corroborar la perfecta concordancia entre pensamiento y acción del líder ortodoxo, para comprender la quijotesca lucha que libró, armado con el verbo y con lo pluma, contra políticos corruptos como José Manuel Alemán y Carlos Prío Socarrás, y contra la ola de crímenes de porristas y gángsters que estremecían la República.
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