| ¿Por qué molesta ENCUENTRO? |
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| A la revista la distinguen dos virtudes que irritan particularmente a La Habana oficial: su pluralidad y su autonomía |
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| por RAFAEL ROJAS |
Parte 2 / 2 |
Cualquier simpatizante del gobierno cubano que se tome el trabajo de revisar con honestidad los veinte números de Encuentro deberá admitir que la revista no sólo ha sido fiel, sino que ha perfeccionado el logro de su objetivo inicial: ofrecer un marco civilizado de difusión y debate a la literatura, el arte, la música, el cine, la historia, las ciencias sociales y –por qué no– la política producida por cubanos de la Isla y la diáspora. Los ataques de La Habana oficial, por supuesto, no se inspiran en una lectura seria de Encuentro, sino en un burdo afán de descalificación. ¿Cómo la descalifican? Asociando a Encuentro con lo que ha logrado no ser: una revista más del exilio. ¿Por qué la descalifican? Porque les molesta lo que Encuentro es: una publicación plural, independiente del Estado cubano y de cualquier organización política del exilio, financiada por sí misma y por fundaciones europeas y norteamericanas –algunas de ellas han sufragado proyectos del Partido Comunista de Cuba y otras instituciones habaneras–, que ha cubierto el acontecer de nuestra cultura, dentro y fuera de la Isla, en los últimos cinco años. Lo que molesta de Encuentro son sus dos virtudes distintivas: la pluralidad y la autonomía.
Esas virtudes, paradójicamente, determinan una cualidad que no desconocemos y que algunos pueden percibir como una limitación. Una revista ecuménica es necesaria en una cultura como la cubana, quebrada entre un "adentro" y un "afuera" por un régimen totalitario. Por eso Encuentro, a diferencia de Orígenes o Ciclón, prescinde deliberadamente de una Poética de la Cultura que practique un deslinde crítico sobre la cuantiosa producción que se acumula en la Isla y la diáspora. Esta limitación, determinada una vez más por la real y fastidiosa excepcionalidad histórica de Cuba, es más perceptible en la literatura y las artes que en la política. Pero incluso en esta última también se manifiesta. Un ejemplo: todos los editores y el director de Encuentro somos críticos del embargo comercial y de la política cubana de Washington. Sin embargo, en la revista han aparecido trabajos que se acercan a una valoración instrumental de esa estrategia. Aunque es una buena muestra de tolerancia y pluralismo, hemos publicado muchos más textos que cuestionan dicha política desde posiciones de un centro-izquierda, crítico de Washington y también de La Habana. En condiciones democráticas Encuentro probablemente sería una revista más cosmopolita y más exigente en términos de estilo.
El único reproche aceptable de las elites castristas es que Encuentro nunca ha publicado una apología del régimen cubano. Han aparecido, eso sí, artículos de intelectuales reformistas, residentes en la Isla y con ideas muy similares a las de ciertos sectores del Gobierno e, incluso, hemos reproducido documentos oficiales firmados por altos funcionarios del Estado. Tampoco han aparecido, por cierto, programas, manifiestos, proclamas o, siquiera, consideraciones positivas sobre el desempeño de la Fundación Nacional Cubano-Americana o cualquier otra institución política del exilio. De hecho Encuentro, en tanto asociación intelectual autónoma, tiene el derecho y hasta el deber de criticar a todos los organismos políticos que se constituyan en la Isla o en el exilio. En la capacidad que tenga para hacerlo, sin cómodos prejuicios ni estereotipos, se juega su independencia, su pluralidad, su eficacia y, en buena medida, el futuro de la intelectualidad pública cubana en algún escenario democrático.
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