Lunes, 15 julio 2002 Año III. Edición 409 IMAGENES PORTADA
Semblanzas
Mister Babalú

Miguelito Valdés: el más reconocido cantante de bandas que dio la Cuba de la primera mitad del siglo XX.
por JOAQUíN ORDOQUI GARCíA, Madrid Parte 2 / 2

Además de su talento como cantante, Miguelito tenía otras virtudes que hicieron posible su carrera: era ambicioso, trabajador y disciplinado. Era, también, un buen amigo y, a lo largo de su vida y su carrera, encontramos nombres significativos de amigos que devinieron en colaboradores o viceversa, como Anselmo Sacasas, Luciano Pozo, Machito o Mario Bauzá. Aunque la amistad de Miguelito con Chano data de la infancia, su primera relación profesional trascendente fue con Sacasas, importante pianista (hoy poco conocido) de la Orquesta de los Hermanos Castro. Ambos, además de Guillermo Portela y otros músicos, abandonan la agrupación para fundar una propia, en régimen de cooperativa, que será una de las más importantes orquestas de blancos de la época: la Casino de la Playa. Porque uno de los problemas que no pudo o supo resolver la república fue el racismo que, en muchos casos, incluía la segregación. No eran pocos los locales de esparcimiento donde no podían entrar negros y mestizos, como en los principales hoteles de la capital, y, en algunos casos, ni siquiera como músicos. Ello explica que casi todas las formaciones musicales tuvieran un marcado carácter racial, aunque era más común que los grupos de negros tuvieran músicos blancos, como el Conjunto de Arsenio Rodríguez y su pianista Lilí Martínez. Al fin y al cabo, a los blancos sí se les permitía tocar en locales de negros. Con la Casino de la Playa graba Miguelito Valdés su primera versión de Babalú, de Margarita Lecuona, obra que el cantante registraría en innumerables variantes. Acaso la peor, la realizada con Xavier Cougat en 1941, fue la que le valió el sobrenombre de Mister Babalú.

En 1940 Miguelito Valdés, acompañado por Sacasas, abandona la Casino de la Playa y durante un tiempo se dedica a realizar actuaciones y grabaciones esporádicas, entre otras formaciones, con esa formidable jazz band que fue la Havana Riverside. También el cantante crea su propio conjunto, formado principalmente por músicos del Septeto Nacional (incluida la voz segunda de Bienvenido León), con el que realiza algunas grabaciones de marcado carácter sonero que, según mi opinión, forman parte de lo mejor de su producción. En los planes de ambos hay un objetivo decidido: marchar a los Estados Unidos, donde había un mercado mucho más interesante y menos competencia, en lo que a música cubana se refiere.

Ese mismo año, Miguel Eugenio Lázaro Zacarías Izquierdo Valdés cumple sus sueños migratorios y consigue que su entrada en el país vecino sea por la puerta grande: la orquesta del catalán Xavier Cougat, una de las agrupaciones más cotizadas y, sin duda, la más comercial y tal vez la menos atinada, pero que le sirvió de plataforma ideal para su lanzamiento norteamericano.

Aunque permaneció poco tiempo con Cougat, la estancia de Miguelito en esa orquesta fue determinante, ya que le permitió no sólo convertirse en un ídolo del mercado latino en los Estados Unidos y en gran parte de América, sino trascender el propio mercado anglosajón, no demasiado abierto por entonces a formas musicales cubanas más consecuentes. Porque, al igual que Machín en España, en muchas ocasiones Valdés sacrificó autenticidad en aras del triunfo. A diferencia de su colega, podía recuperar lo mejor de sí mismo en grabaciones o conciertos que realizaba cada cierto tiempo, rodeado de excelentes músicos cubanos que ya por entonces no eran raros en New York, lo que no ocurría en España. Así pues, Miguelito Valdés devino en el mayor representante cubano de la rhumba, híbrido comercial entre las músicas cubana y norteamericana.

A finales de 1941, abandona a Cougat y realiza varias grabaciones con Machito y su orquesta, bastante superiores a las hechas con el catalán. Y, aunque puede decirse que desde ese momento reside en los Estados Unidos, sus giras y grabaciones por diferentes países de América, Cuba incluida, son permanentes, como lo es el reconocimiento del público. Curiosamente, este showman internacional dedica tiempo a componer en uno de los géneros más populares de nuestro país, la conga carnavalera, en que deja obras de todos conocidas, aunque no tanto su autoría, como Vienen regando flores o Las componedoras. También fue un buen autor de boleros. En mayo de 1978 se le propició un homenaje en New York por sus 42 años en la música y ese mismo año formó parte de una gira a Puerto Rico en la que participaron Charlie Palmieri, Johnny Pacheco y Ray Barreto. ¡El viejo cantante afro compartiendo escenario con la nueva salsa del Barrio!

El 8 de noviembre de 1978 comienza una actuación en el salón Monserrat del hotel Tequendama. Después de medianoche, es decir, ya el 9 de noviembre, se excusa ante el público y cae víctima de un infarto, convirtiéndose, de esa forma, en el único cantante que ha pedido disculpas por morirse.

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