Jueves, 04 julio 2002 Año III. Edición 402 IMAGENES PORTADA
Semblanzas
Grenet y sus andanzas

Hace 109 años nacía en La Habana uno de nuestros músicos más emblemáticos.
por JOAQUíN ORDOQUI GARCíA, Madrid Parte 2 / 2

Acaso la consecuencia más significativa de todo este proceso fue la gestación de un género, denominado afro o tango congo, que era música de origen negro tocada por blancos, a similitud de la poesía gauchesca, que significó la exaltación de la pampa por parte de autores de Buenos Aires y Montevideo que nada tenían de campesinos. Y lo que comenzó como burla —como choteo, diría Mañach— terminó muy en serio, gracias a una generación de autores como Ernesto y Margarita Lecuona, Gonzalo Roig y, sobre todo (desde el punto de vista que nos ocupa), de los hermanos Emilio y Eliseo Grenet, que dotaron al repertorio cubano de un conjunto de obras que le han dado la vuelta al mundo, tanto desde voces nacionales como las de Rita Montaner y Bola de Nieve como desde la incorporación de muchas de estas canciones al repertorio internacional.

La incorporación de las letras del poeta mulato Nicolás Guillén por parte de Eliseo Grenet (también lo hizo su hermano Emilio, pero ésa es ya otra semblanza) fue especialmente significativa.

En las primeras décadas del siglo XX, poetas como Ballagas, Guirao, Arozarena y, sobre todo, Nicolás Guillén, adoptaron las formas del habla del negro y las llevaron a la poesía escrita, lo que implicó uno de los primeros reconocimientos por parte de la intelectualidad cubana de que los descendientes de los esclavos poseían una cultura propia y no costumbres salvajes.

La popularización de algunos de esos poemas gracias a la obra de Grenet constituyó, por tanto, un gran impulso en la aceptación de lo negro como parte de nuestra cultura.

Pero estamos hablando de los años en que las vanguardias francesas estaban "descubriendo" África, los años en que, por decirlo de alguna forma, lo africano se puso de moda y el jazz imponía su vertiginosidad en muchas capitales europeas.

Eliseo Grenet había realizado una gira a finales de los 20 por algunas capitales americanas y a su regreso se encuentra con una de las situaciones político-económicas peores de las muchas que parecen un hábito en Cuba: el agonizante final del machadato. La combinación del momento y de la sensibilidad de Grenet produjeron una de las canciones más hermosas de nuestro repertorio, Lamento cubano, una de cuyas consecuencias fue el exilio del músico, destino también muy familiar a nuestra nación. Por razones un tanto misteriosas, el cubano hace fuera de su tierra lo que mucho le cuesta hacer dentro: construir. Así, el gran Eliseo fue uno de los protagonistas de la popularización de la música cubana en el extranjero, cuyas consecuencias disfrutamos hoy a plenitud. Lo hizo desde Madrid y París, ciudades donde su Ay mamá Inés ya se había convertido en un estándar y, dato interesante que consigna Díaz Ayala en el libro mencionado, fue precisamente Grenet, en el cabaret La Cueva (ligado a otro gran, pero casi ignorado cubano llamado Julio Cueva), quien inventó la conga de salón, estilización de la comparsa consistente en formar una larga cadena de bailarines de ambos sexos para de esa forma arrollar en el local o en la calle, según las circunstancias lo permitan o propicien. Es interesante que esta forma de baile, con origen parisino y autor conocido, haya devenido en una de las formas de reconocimiento de nuestra música a nivel internacional.

La sola mención de la obra de este gran compositor de nuestra música popular llevaría varias páginas. Baste decir, para concluir esta semblanza conmemorativa, que antes del 4 de diciembre de 1950 —fecha de su muerte— nos dejó, aparte de las piezas mencionadas, danzones como La mora, Si me pides el pescao o Papá Montero; canciones como Las perlas de tu boca; pregones, sones, la musicalización de varias películas norteamericanas y de múltiples obras del teatro musical; y, para terminar de una vez, la recreación del sucu-sucu, esa forma de son de Isla de Pinos que gracias a Grenet adquirió cierta popularidad nacional, con aquello de "ya los majases no tienen cuevas,/ Felipe Blanco se las tapó./ Se las tapó, se las tapó,/ se las tapó que lo digo yo".

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