Con la música a otra parte |
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Quienes graban fuera no se oyen dentro. El 'mercado cubano' del disco, ¿una Isla y dos melodías? |
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por MICHEL JUáREZ, Valencia |
Parte 1 / 2 |
No tiene justificación lógica que ni uno de los cinco millones del disco cubano más vendido —Buena Vista Social Club—, sea asequible en su tierra de origen.
Aquel australiano que en la Olimpiada de Sydney, al ver desfilar a la delegación cubana, exclamaba: "¿Cuba?... ¡Buena Vista Social Club!"; o el suizo que olvidaba la neutralidad para bailar el songo al compás de Llegó Van Van, quedarían atónitos si se enterasen de que estos álbumes no son ofertados a la nación que los hizo posibles.
No es ocioso reafirmar que el ¿mercado? del disco cubano sigue apuntando hacia un callejón sin salida, convertido en un contradictorio fenómeno en el que, además de los factores musicales, cuentan los económicos y los políticos. ¿Quién en Cuba podría deslindarse de estos últimos?
Hoy por hoy, el principal obstáculo para la adquisición de discos en la Isla es su venta en dólares norteamericanos, la querida y nunca bien ponderada moneda del "enemigo". Por tanto, es sensato suponer que en los hogares criollos se han impuesto —forzosamente— otras urgencias antes que caprichos musicales de tal naturaleza.
La epidemia económica de los 90 modeló, a contrapelo, la mentalidad de los melómanos en el país, ya familiarizados con una demanda superior a la oferta. Los llamados discos negros se agotaban en horas y todo lo que se grababa, o casi todo, salía a la calle; especialmente aquellas placas de Serrat, Roberto Carlos o Mocedades, álbumes pioneros en la piratería estatal.
Cuba, al fin y al cabo, sólo avanza en el noticiero de la televisión estatal; en todo lo demás retrocede cruelmente. Si miramos el entramado actual de la industria discográfica cubana, nos damos cuenta de que se trata de un espacio dominado por la adversidad, en el que únicamente puede señalarse como positivo el acceso de mayor cantidad de artistas a las producciones y la modernización tecnológica de la infraestructura. Los tiempos que corren son otros. Junto a las empresas estatales (EGREM, Bis Music, RTV Comercial y Unicornio), aparecen otras foráneas asentadas en la Isla, cuyos resultados pueden observarse en las tiendas especializadas, a un precio casi uniforme y regularmente alto, en espera de que algún turista sacie su deseo. Pero hay que volver al principio: ¿Por qué un disco como el Buena Vista Social Club no logró distribuirse en Cuba, aunque fuese en el injusto mercado en divisas?
Tal realidad tiene varias dimensiones. La primera es que, objetivamente, a los grandes sellos no les ha interesado un mercado tan débil como el cubano, donde como en tantas otras zonas de la economía el resultado depende del visitante extranjero, no de sus consumidores potenciales. Luego, el Gobierno impone severas restricciones comerciales a las compañías que no formalizan sede en La Habana, o lo que es lo mismo, a las que no se someten a pagar los astronómicos precios por concepto de alquiler de locales, impuestos mensuales y gastos de representación. Si no cumplen estas condiciones no tienen derecho a participar en el mercado nacional.
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