Voces inolvidables |
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Un viaje a través del recuerdo, en la voz de quince de nuestros más importantes boleristas. |
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por CARLOS OLIVARES BARó, México D.F. |
Parte 1 / 2 |
Más de una polémica se ha desatado sobre los orígenes del bolero. Para muchos nació en Santiago de Cuba durante la segunda mitad del siglo XIX y se difundió con rapidez por las coordenadas del Caribe, hasta penetrar en la mayoría de los países latinoamericanos. Con raíces fincadas en la contradanza y la habanera, habrá que buscar sus genes en la romanza francesa, las arias operísticas de compositores italianos y alemanes, la canción napolitana y los sones de Yucatán (México). Argeliers León insiste en el "nuevo estilo en el acompañamiento guitarrístico, mezcla de rasqueado y punteado" como elemento clave para la aparición del género.
Tristeza (1883), del santiaguero Pepe Sánchez (1856-1918), puede considerarse la composición que inicia los parámetros del "ritmo cantabile y danzario" (Orovio), que presidirá serenatas y reuniones en la antigua provincia de Oriente. Sindo Garay, Villalón, Rosendo Ruiz, Corona, Graciano Gómez, Miguel Companioni, Manuel Luna, Emiliano Blez, María Teresa Vera, Eusebio Delfín y Pancho Majagua, entre muchos más, diseñan sus inicios y lo ejecutan en reuniones bohemias, bares, peñas y cafés. Los años 20 y 30 marcan la fusión con el son en piezas antológicas: Lágrimas negras (Matamoros), No me perturbes (Chucho Ibáñez), Convergencias (Marcelino Guerra / B.J. Gutiérrez)...
La crónica del género está llena de detalles y líneas creativas, de compositores y vocalistas de presencia insoslayable en la topografía de nuestra música (Orlando de la Rosa, Pedro Junco, Touzet, Farré, A. Guzmán, Machín, Burke, Marta Valdés, Méndez, Portillo, Duarte, T. Castellano, Pacho Alonso, Faz, Moré, Marquetti, Walfrido Guevara, V. Valdés, P. Milanés...): Voces inolvidables cubanas (Teca Music Inc, 1999) resume en quince timbres vocales algunos de los más sobresalientes trazos del bolero de los años 40 y 50. Placa marcada por los cordeles de la memoria en un recorrido por los senderos de la nostalgia y la celebración, comienza con Las cuarentas, bolero-moruno de bares y cantinas que Rolando Laserie nos entrega desde un juguetón aire de milonga, en una suerte de cante jondo contrapunteado por la guapería cubana. Lo secunda Ñico Membiela con el desgarrado Contigo besos salvajes, y el Benny nos embelesa con una composición repleta de reproches y confesiones íntimas: Por ser como tú eres ("Por ser como tú eres/ no eres digna de mis besos/ no mereces que te tenga compasión..."). Las cifras de su cálido encabalgamiento en la tesitura nos confirman que, en realidad, es nuestro "Bárbaro de la melodía".
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