Lunes, 11 marzo 2002 Año III. Edición 319 IMAGENES PORTADA
Música
Lo de siempre como nunca

'Kelvis': una sorprendente inmersión en la tradición musical cubana.
por ENRISCO  
Kelvis

Tras una audición parcial y poco atenta de Kelvis, disco en solitario del cubano Kelvis Ochoa, se podría concluir que se trata de una actualización de viejos clásicos de la música de la Isla: algo que se escucha con la tranquila expectativa del placer garantizado. Letras bellas en su sencillez, como provenientes de alguna época inocente —ese tiempo inexistente que no paramos de extrañar—, en que hasta la malicia se exponía con sosiego; ritmos cuyo único aspaviento es el de la seguridad de ser justo los necesarios. Pocas cosas son tan difíciles y Kelvis la ha logrado en su disco, en el que canta con una voz de las de antes, de las de siempre, voz de sonero veterano que ha cantado todo y a todos.

Kelvis es eso. Un disco de una belleza serena. Nada de la crispación de casi toda la música cubana más reciente, tan natural y hasta fecunda, pero que a algunos aturde o asusta. Las sorpresas vendrán cuando escuchemos con más atención y descubramos todos los matices y hasta colores que incluye cada uno de los temas. Entonces descubriremos que casi todas estas canciones son composiciones recientes, del propio autor o, en el caso de A La Habana voy, de Pepe del Valle —a excepción de Milonga, que del tema original sólo conserva justo la letra, para trocar el ritmo argentino por el de un son—. Y así ocurre con todo el disco. Las mayores sorpresas llegan con la naturalidad de quien se ha ejercitado en el arte de producir sorpresas musicales toda la vida.

Y es que Kelvis Ochoa, como todo lo que tiene un peso real, no ha venido de la nada. Ha sido durante tiempo integrante de ese laboratorio que ha realizado experimentos tan audaces con la música cubana, conocido como Habana Abierta. Su contribución como compositor y cantante fue decisiva en la última producción del grupo, 24 Horas. De las tantas líneas de trabajo seguidas por el grupo, Kelvis ha escogido para su disco en solitario una inmersión en la tradición musical cubana (y de otras músicas de Hispanoamérica), con total ausencia de preconcepciones o vergüenzas, y eso se ha notado en el producto final: en la seguridad con que escoge cada timbre, cada ritmo, con que canta cada una de las piezas.

No se trata de un disco único, tanto por lo abusado de la expresión como por la confianza de que le sucederán otros tan buenos o mejores. Se trata de un CD "redondo" —una tautología tratándose de un disco—, que ha desarrollado todas sus posibilidades y completado su exploración. Destacan Si no quieres, La conga de Juana o A Cuba voy, pero sólo en el caso de que no se pueda escuchar el disco completo. No sería ésta, sin embargo, la placa a elegir para llevar a una isla desierta. Es uno de esos discos que merece ser disfrutado acompañado, y cualquiera, en la soledad de esa isla, se pondría muy ansioso buscando pareja de baile.


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