Lunes, 04 marzo 2002 Año III. Edición 314 IMAGENES PORTADA
Música
Baño sonoro

'La música de Marta Valdés' recoge 18 temas representativos del repertorio de una de nuestras más grandes boleristas.
por CARLOS OLIVARES BARó Parte 1 / 2
Portada

El filin, "género situado en el contexto de la canción cubana" (H. Orovio), aparece en los años cuarenta y cincuenta del siglo pasado con hilos y apuntes jazzísticos (Monk, Tatum, Taylor...) y resonancias trovadorescas (Corona, Garay, Adams, Delfín, Vera, Ruiz...). En el callejón habanero de Hammel, en la casa del trovador Tirso Díaz se forjan, por esos años, los fundamentos de una atmósfera que agrega nuevos colores al bolero. La guitarra, el piano y la voz humana serán los instrumentos para elaborar motivos melódicos alejados de esquemas monótonos en la escala tonal, y ello desde dibujos armónicos impresionistas y barrocos como recreación de las principales coordenadas de la trova tradicional de los años 20.

Algunos especialistas consideran a Frank Domínguez y a Adolfo Guzmán como pioneros de un movimiento musical que aglutina a compositores e intérpretes de distintas generaciones: Ángel Díaz, Portillo de la Luz, Elena Burke, Frank Emilio, J. A. Méndez, Aida Diestro, Tania Castellano, Olga Guillot, Pacho Alonso, Miguel de Gonzalo (Díaz Ayala lo considera el creador del estilo de frasear el filin), Bebo Valdés, Los Meme, Niño Rivera, Ela O'Farril, Omara Portuondo, M. Ramos, Pablo Milanés, Carlos Gómez, Ñ. Rojas, Marta Valdés, Bola de Nieve y Miguelito Cuní, son algunos de los músicos cubanos que han transitado por el filin para configurar un ecléctico almanaque de fuerte presencia en nuestro cancionero.

Marta Valdés (La Habana, 1934) es responsable de un puñado de boleros filinescos que conforman momentos antológicos de nuestra música. Si Portillo de la Luz representa la tendencia de un equilibrio armónico como sostén de las razones melódicas (Canción de un festival, Delirio, Noche cubana...) y J. A. Méndez subvierte la estructura con líneas armónicas configuradas engañosamente, dentro de las cánones tradicionales, pero con refinada tensión expresiva (Ayer la vi llorar, Si me comprendieras, Por nuestra cobardía...), Marta Valdés, sin embargo, prefiere aventurarse en proposiciones desafiantes para cualquier intérprete. En sus trabajos la armonía marca los vaivenes de los colores melódicos y cada acorde es un azar de prodigiosa anticipación en el tempo temático.

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