Martes, 17 septiembre 2002 Año III. Edición 452 IMAGENES PORTADA
Internacional
Sangre por oro... negro

Para 2020, EE UU necesitará importar 17 millones de barriles de petróleo diarios. Asimismo, se calcula que Irak atesora la mayor cantidad de crudo sin explotar del planeta.
por ALEJANDRO ARMENGOL, Miami Parte 3 / 3

Ninguno de estos factores omite un hecho real. Hay una diferencia fundamental entre Hussein y otros dictadores que también merecen ser derrocados: él ha demostrado una falta total de escrúpulos a la hora de usar armas de exterminio masivo, prohibidas por los acuerdos internacionales. Lo hizo en la guerra contra Irán y volvió a hacerlo contra los kurdos. Cuando el presidente Bush dice que Hussein representa un peligro real para la humanidad, está en lo cierto. Pero a la hora de analizar la forma de llevar a cabo las acciones contra Bagdad, y de medir las consecuencias de una invasión a gran escala, las opciones se tornan sumamente complejas y peligrosas.

Peligrosas, porque una guerra con Irak puede tener consecuencias catastróficas. El Gobierno de Ariel Sharon favorece la guerra, pero los habitantes de Israel estarían entre las víctimas más afectadas. Si en 1991 Hussein no se detuvo a la hora de lanzar 39 misiles Scud contra Israel (e incluso se cree, según la revista The New Republic, que tenía preparados otros 25 con cabezas portadoras de gérmenes letales), ahora cuenta con la alianza de los grupos terroristas palestinos, lo que le abre la posibilidad de lanzar una guerra química y bacteriológica contra ese país sin tener que recurrir a los cohetes. No es difícil imaginar los resultados de una acción de este tipo bajo el Gobierno guerrero de Sharon. La respuesta justificada de Israel, que incluso posee armas nucleares, podría extender la guerra a toda la región.

Complejas, porque hay en juego otros intereses, además de la seguridad de la zona y el suministro de crudo a los Estados Unidos. Irak ha firmado acuerdos para el desarrollo de su industria petrolera con varias firmas de diversos países. Entre las compañías involucradas con la explotación de yacimientos, en una zona donde se cree hay 44.000 millones de barriles de crudo, están las europeas ENI y TotalFinaElf, así como Lukoil de Rusia y la Compañía Nacional de Petróleo de China. El 18 de agosto se anunció que Irak y Rusia están a punto de firmar un plan de cooperación por 40.000 millones de dólares. Dicho plan podría enfrentar a Moscú con Washington, de producirse una guerra. Por su parte, el presidente ruso Vladimir Putin ha afirmado la intención de su país de volver a ocupar un lugar prominente en el mercado de armas. Según un cable de abril de la Agence France Presse, para aumentar sus ventas Moscú "debe consagrase a países como Irán, Irak y Libia", de acuerdo al experto militar Alex Vatanka, del Jane’s Defense Reaserch Group, de Londres.

Todo ello coloca a la administración de Bush en una posición sumamente delicada. Ante la posibilidad de una guerra donde los aliados como Israel pueden verse implicados de forma peligrosa, y los países "amigos" como Rusia colocados en una disyuntiva difícil, en que sus intereses económicos terminarían por enfrentarlos a los Estados Unidos (si no militarmente, al menos desde el punto de vista político). De ahí que Washington haya recordado ahora a naciones como Francia, China y Rusia, que la caída de Hussein les permitiría reactivar los contratos que habían firmado con Bagdad, y que actualmente se encuentran en suspenso.

Pero nada garantiza tampoco, en este panorama sombrío, que tras la derrota de Hussein los Estados Unidos logren de forma permanente un suministro estable de crudo procedente de Bagdad, a no ser que conviertan al país en un protectorado, con las consecuencias políticas que ello implica. Por lo pronto, y en el mejor de los casos, la recuperación del mercado petrolero iraquí no se logrará hasta 2008. Y aunque los expertos vaticinan que si el conflicto no se extiende el alza inmediata que se producirá en el combustible disminuirá en pocos meses, la situación de inseguridad creada en torno al debate sobre la guerra ya ha aumentado, en un promedio de 15 centavos de dólar, el precio de la gasolina. Como consecuencia, ya el ciudadano norteamericano ha comenzado a pagar con su sudor el precio del conflicto. Cada día hay más probabilidades de que también lo pague con su sangre.

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