| Colombia: Un conflicto oportuno |
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| La ruptura del diálogo entre las FARC y el Gobierno tiene beneficiarios a la sombra: Hugo Chávez y Fidel Castro. |
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| por MIGUEL RIVERO, Lisboa |
Parte 1 / 2 |
Cuando el pasado 20 de febrero un grupo de insurgentes de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) desvió un avión de pasajeros de la aerolínea privada Aires y secuestró a un senador, sabía a ciencia cierta que estaba dándole el tiro de gracia al proceso de conversaciones de paz que se había iniciado en 1999.
Si aquella hubiese sido una iniciativa aislada, o una acción de un grupo de las FARC que actuaba "por la libre", habría bastado que el jefe de la organización, Pedro Antonio Marín, más conocido como Manuel Marulanda o "Tirofijo", hubiese devuelto el senador a las autoridades y sometido el comando guerrillero a alguna acción disciplinaria, para mostrar que estaba de buena fe en las negociaciones de paz.
Pero, en realidad, desde hacía mucho tiempo las FARC se habían aprovechado del control de un territorio de más de 42.000 kilómetros cuadrados (equivalente al de Suiza) para montar una verdadera guarida para secuestradores, laboratorios de drogas ilícitas y un próspero negocio con el cobro del denominado "impuesto revolucionario", que pagan desde los narcotraficantes hasta los hacendados o cultivadores de café.
Tampoco estaban negociando de buena fe cuando hace unos meses atrás exigieron al Gobierno que retirase todos los controles militares alrededor de la denominada zona neutralizada, o de despeje.
Las FARC habían creado un Estado dentro del Estado colombiano y aspiraban a su expansión, amenazando con llevar la guerra a las ciudades, con atentados con bombas colocadas en autos, al más puro estilo que siguió el IRA durante un tiempo y que ahora continúa utilizando el grupo terrorista ETA en territorio español.
No en balde precisamente una misión del IRA, encabezada por su "embajador" en La Habana, Nial Terence Connoly, había estado durante varias semanas en territorio guerrillero (ver Cubaencuentro, Año II, edición 185).
Las preguntas que surgen son: ¿Por qué las FARC forzaron la ruptura del diálogo en estos momentos? ¿A quién o a quiénes beneficia el estallido generalizado de un conflicto armado en Colombia, que podría extenderse a países como Perú y Ecuador? No resulta tarea fácil encontrar respuestas absolutas, pero la situación en Colombia no puede ni debe desvincularse del panorama internacional.
Como el presidente de Colombia, Andrés Pastrana, termina su mandato el próximo 7 de agosto, en el plano interno las FARC pueden haber sentido que, si no participan en la campaña electoral con candidatos propios, ha llegado la hora de hacer sentir el peso de los fusiles, bombas, secuestros y chantajes.
Cuando Pastrana se dirigió al país por radio y televisión el 20 de febrero, después del secuestro del avión, advirtió que ese hecho "rebosó la copa" y manifestó que "el país no se va a acabar, ni vamos a entrar a una terrible guerra sin cuartel, pero admitió que los colombianos deben "estar preparados, porque es muy posible que se incrementen los actos de terrorismo".
El pasado 1 de marzo la guerrilla colombiana de las FARC dio el tiro de gracia: notificó al Gobierno que "no reconoce ninguna autoridad que represente el Estado", tanto en la antigua área neutral como en todo el país.
Como en el plano internacional la lucha contra el terrorismo es la bandera principal de Estados Unidos, habría que buscar entre los interesados de la ruptura del proceso de paz a aquellos que podrían beneficiarse, al atizar los sentimientos antinorteamericanos.
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