| Carta a Felipe Blanco |
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| por RAMóN FERNáNDEZ LARREA, Barcelona |
Parte 3 / 3 |
Si nos atenemos a las leyendas de pasión que desataste, y que nada tienen que ver con la fauna, o sí, pero con otro tipo de faunos faunosos, todo resultaría más metafóricamente claro. Y dejaríamos reptar por la manigua a nuestros endémicos, famélicos, autóctonos y románticos majases, que han sorteado también la etapa gástrica del período especial gracias a un prejuicio muy fuerte: aunque se disfracen de cartera, siguen recordando a la tenia saginata, por eso el pueblo combatiente no les ha metido el diente. En una de las interpretaciones que provocaron el famoso sucu sucu anda la historia de que, como gobernador, combatiste a los insurrectos, los desculebraste haciendo desaparecer sus campamentos. No confirmado. Y lo otro y más probable —esta imaginación popular mía y común— fue tu incansable lucha contra los que tenían, en tu territorio, el malhadado hábito de no dar golpe, de padecer cansancio histórico o evadir, con incontables artilugios, la digna faena. Es decir, que acabaste con quienes le tenían terror a la pega, al trabajo, al curralo, a la pincha. Es probable, aunque la otra canción desmienta un poco esa interpretación: "Debajo e'la cama está el majá/ cuidao que te pica y se te va". Si en verdad tu labor fue una lucha frontal contra los holgazanes, haraganes, vagos, sangremuertas, lentos, ociosos, maulas, gandules, perezosos, tumbones, rascapanzas, guillotes, pigres, harones, vainazas, mogollones, rompepoyos, pelafustanes, inactivos, torrezneros, pescasios, zánganos, galfarros y zangones, majases o majáes todos en general o en particular.
Que si fue ese el motivo de la guarachita pinera, basta y sobra. Pero limitaste mucho el territorio, te quedó corto el campo, sior stop, porque este tipo de majá está regado por la vasta geografía. Ya lo dijo uno que jamás dio golpe tampoco, que el trabajo hacía al hombre. Pero no dijo muy bien qué lo hacía. Le faltó sólo ponerle el apellido, es decir: "El trabajo hace al hombre... repudiarlo". Por eso me gusta tanto el lemita de que si el trabajo es salud, que lo hagan los enfermos. Aunque hay muchos modos de zafarle al pico y pala, a la hoz y al martillo, al machete y lavandera. Ahora los hay —siempre han existido— que son ofidios de ñapa, que no producen ni doblan el lomo. El lomo se lo comen. Y si es ahumado y gratis, mejor. Es una clase nueva, una clase que lleva, o pretende llevar, al resto de los reptiles a un futuro distinto, para seguir así pudriendo el venao en la tripa. Por eso te digo que ahora hay ca'majáaaa... Hay uno, jefe él, que es majá superior. Más que majá es camaján. Y se cree majo, del verbo majar, que tiene como presente maja o majáis, en pretérito majaste o majó, y en el perfecto, majado. Como lo suyo es ya pretérito, y para colmo imperfecto, sería tener cueva nuevamente si majásemos, majáramos, o mientras más majarais. Que de boidos nos agarre el futuro, cada día menos endémicos. O como tu tequila: El tesoro de Felipe Blanco, a ocho dolores el pomo. Y claro que existe una versión mucho más majasera: El tesoro de Felipe Reposado. Ese vale nueve fulas y no trae culebra en el líquido.
Y un último cuero muy reptil: ese de quien hablo, le echa la culpa a los demás de no salir a flote. Me da risa. Es como que el majá le diga arrastrao al jubo. Que el que le obstaculiza la cueva a un bicho es porque le teme mucho. Y deja que llegue el otro censo censor.
Con tapa o sin tapa, en el majaseo espeluncante
Ramón
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