| La importancia de llamarse Luis |
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| Béisbol: Los Diamondbacks de Arizona acudirían a la Serie Mundial sin su decisivo cuarto palo. |
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| por JORGE EBRO, Miami |
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Entre los ocho clasificados a los playoffs de las Grandes Ligas, no hay dudas de que los Yankees de Nueva York y los Diamondbacks de Arizona son los que acaparan el favoritismo de expertos y aficionados. Los primeros por sus ramilletes de coronas a lo largo de la historia, y los segundos por ser los últimos campeones de la Serie Mundial.
Son muchos los que consideran que ambos equipos volverán a verse las caras en el Clásico de Octubre, si los Atléticos de Oakland por la Liga Americana y los Bravos de Atlanta por la Nacional no se les interponen en el camino hacia la discusión del título. Sin embargo, la pérdida del cubanoamericano Luis González pudiera afectar en mucho los deseos de Arizona de repetir la diadema otoñal, mientras los Yankees están participando con su núcleo intacto y un cuadro sin fisuras, que cada año se nutre de la crema y nata de los peloteros disponibles.
Es cierto que los Diamondbacks poseen el mejor un-dos del pitcheo de las Ligas Mayores en Curt Schilling y Randy Johnson, dos caballos de batalla que se disputan el premio Cy Young que se otorga al mejor monticulista de la temporada. Baste decir que entre ambos son responsables de más del 50 por ciento de los triunfos de su equipo. Pero en este poderoso dúo también se esconde la principal debilidad de los campeones: la escasa ofensiva. Arizona se ha acostumbrado —o sus dos estrellas lo han acostumbrado— a ganar con pocas carreras. De ahí que la baja de González dará serios dolores de cabeza al manager Bob Brenly y su equipo de dirección.
El cubanoamericano, nacido en Tampa, Florida, es el cuarto bate indiscutido de la novena del desierto. Cómo olvidar sus 57 jonrones en la temporada pasada, que por un momento lo metieron de llena en la pelea por el liderato junto con nombres del linaje de Barry Bonds y Sammy Sosa.
Antes de lesionarse el hombro a principios de septiembre, al tratar de capturar un fly, González llevaba 28 vuelacercas y 103 impulsadas —nadie más dentro de los Diamondbacks se acerca a sus números ofensivos—, e iba terminando a toda máquina otra campaña excelente.
Dicen que cuando Brenly vio la colisión de su hombre más potente, que quedó retorcido del dolor, escondió el rostro entre las manos y elevó una plegaria para que un milagro le permitiese jugar en la etapa más dramática y competitiva de la temporada. Sus ruegos no fueron oídos.
Operado en el hombro el lunes pasado para removerle unas astillas del hombro, a "Gonzo" no le quedará otro remedio que presenciar los juegos de la postemporada desde el duro banco, luego de que él fuera uno de los principales protagonistas del triunfo de su equipo en la Serie Mundial de 2001.
Para que se tenga una idea de la importancia del cubanoamericano dentro de Arizona, hay que remontarse al séptimo y último choque contra los Yankees, cuando González le conectó al panameño Mariano Rivera el hit decisivo que acabaría con los sueños de los mulos de Manhattan.
Por estos días las Grandes Ligas han repartido unas boletas que recogen los momentos más memorables del béisbol en sus más de 100 años de juego organizado, y junto a instantes inolvidables como el discurso de despedida de Lou Gherig, la racha de 56 juegos bateando de hit de Joe DiMaggio o la "atrapada" de Willy Mays, se inscribe el sencillo de González.
Por supuesto que Schilling y Johnson darán el máximo para su equipo, pero si el año pasado lanzaron bien, este tendrán que hacerlo mejor. Faltará el bate de González y, quizá, otra conexión que decida la suerte del vencedor.
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