| Palabra de campeón |
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| La ascendente carrera de un boxeador que cumple lo que dice. |
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| por JORGE EBRO |
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La primera vez que vi boxear a Diosvelys Hurtado fue en un torneo nacional cubano. Se trataba de un joven que apenas terminaba su adolescencia y cuya máxima aspiración era integrar la poderosa escuadra amateur que dirigía Alcides Sagarra.
Después de varias peleas, Hurtado enfrentaba en la final al entonces campeón olímpico de los 60 kilogramos, el cienfueguero Julio González, quien había hecho de la división una especie de feudo particular, donde reinaba de manera indiscutida. Sin embargo Hurtado, que representaba a su natal Santiago de Cuba, le dio literalmente una tremenda lección de boxeo al titular de los Juegos de Barcelona 92, en un combate que puso de pie a miles de aficionados que colmaron el ateneo deportivo de la ciudad de Matanzas.
La última vez que lo vi boxear fue hace unos días. Hurtado, luego de superar algunos escollos que demoraron su carrera, iba en pos de una corona mundial en el pugilismo profesional contra un fajador boricua, Ricky Quiles, quien también venía dispuesto a hacerse de la faja de la división welter junior de la Asociación Internacional de Boxeo.
Para usar una frase manida, fue una pelea "de campana a campana". Hurtado debió emplearse a fondo, pero al final logró imponer su estilo y colocar los golpes más certeros al rostro de su rival, para ajustarse a la cintura la faja titular y convertirse en el tercer cubano que en los últimos años alcanza tal éxito. Los otros son Joel Cepillo Casamayor y Juan Carlos Gómez.
Hurtado llevó al paroxismo a miles de fanáticos de la Isla que por un momento transformaron la American Airlines Arena de Miami en un pedacito de Cuba y le brindaron todo su aliento a un ídolo que merecía ganar.
Después, en los camerinos, estaba el campeón, y tras él, con el rostro adolorido y el cuerpo cansado, el hombre. El mismo que sigue soñando con su infancia en Songo la Maya y en su familia. La que un día dejó con la promesa de que sería campeón.
"Siento que ahora he cumplido con ellos, me parecía que estaba faltando a la palabra que les había empeñado. Esta victoria es para ellos", dice. "Cuando me pusieron el cinturón de titular, fue como si en ese instante le hubiera dado sentido a la vida, al esfuerzo, al sacrificio de entrenar todos los días horas y horas".
Me pide que le de la mano con cuidado. Le duele demasiado. Fueron 12 asaltos en los que no encontró espacio para el descanso. Su oponente no le dio tregua y el intercambio constante lo obligó a registrar su organismo hasta encontrar las últimas reservas de potencia. Cuando los puños no le bastaron, golpeó con el corazón.
"Si me abrazas fuerte me desbarato en pedacitos", dice con una sonrisa pícara en medio de sus dolores.
Sí. Por encima de todo, Hurtado merecía ganar. El talento se le sale por encima de la ropa. Unas condiciones que en casi dos años no pudieron observarse, debido a unos nada claros manejos por parte de Don King, ese controvertido promotor que es amado por algunos y odiado por muchos.
Sólo ha perdido dos peleas. En una de ellas por evidentes errores emanados de confundir el amateurismo con el pugilismo rentado, pero ha aprendido. Ya no es el mismo que fue enredado por Pernell Withaker, cuando estuvo a punto de ganar. Hurtado es campeón y se ha abierto una ventana hacia empeños superiores.
Además, un hombre que cumple con su palabra merece todo el respeto y el crédito. Por eso hay que creerle cuando dice que llegará lejos, que será el mejor.
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