| Radiografía del actual béisbol nacional (I) |
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| Tras la era del aluminio, no abundan los primeros bates efectivos. Esta, y otras carencias, en los próximos trabajos de Iván García. |
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| por IVáN GARCíA |
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En el béisbol nacional actual, las series tienen un nivel de Doble A y algunos equipos, incluso, poseen características de Triple A. Entre 20 y 25 peloteros cubanos podrían jugar hoy por hoy en las Grandes Ligas. Mas para aumentar el techo es obligatorio mirar al norte. Allí se juega el mejor béisbol del mundo. Es imprescindible tomar nota de las muchas cosas positivas creadas en las Ligas Mayores de EE UU y tratar de limar las insuficiencias del patio.
Entre los puntos flacos de nuestro béisbol, está el poco uso de la velocidad en la mayoría de los primeros bates.
En los 16 equipos que compiten en los clásicos locales abundan los hombres proa con características de notables bateadores. En la pasada campaña, por ejemplo, 9 hombres utilizados por lo general en el primer turno de la alineación batearon ampliamente sobre la marca de 300, y los otros 7 tuvieron promedios entre 270 y 290. Pero si bien es un hecho es que nuestros primeros hombres en la tanda ofensiva batean hits con frecuencia, otra cosa es si saben aprovechar su velocidad entre la almohadillas.
Todos son corredores de entre 3,5 y 4 segundos de home a primera. Son rápidos, pero excepto dos de ellos, Enrique Díaz (Metropolitanos) y Eduardo Paret (Villa Clara) son pésimos robadores de bases.
Por una vieja y dañina costumbre provocaba por el bate de aluminio, durante muchos años en el béisbol nacional se jugaba al batazo. Los marcadores parecían de balonmano y todos salían a buscar el jonrón. A la llegada del bate de madera el juego cambió. Una carrera vale oro y hay que lucharla con mucha paciencia, sobre todo cuando en el box se hallan pitchers de la calidad de Ariel Contreras, Norge Luis Vera, José Ibar o el supersónico Maels Rodríguez.
Entonces es cuando el primer bate debe cumplir su función de llegar a la base, tratar de avanzar y anotar carreras. La mayoría de los primeros bates tienen a su favor, además de ser veloces, que son buenos tocadores de bola. Se destaca Luis Ulacia (Camagüey), como el maestro de todos. Ulacia ha convertido el toque en un arte. Maneja el bate como un taco de billar. Enrique Díaz, Eduardo Paret, Giorvis Duvergel (Guantánamo), Remberto Rosell (Cienfuegos), Carlos Tabares (Industriales) y José Estrada (Matanzas), también son diestros en el toque de bola, ya sea para embasarse o para adelantar corredores.
Pero luego que llegan a primera, empiezan los problemas. Excepto Enrique Díaz y Paret, que roban más de 30 almohadillas por temporada, muchas veces se empantanan en las bases. No saben tomarle tiempo al pitcher y en los deslizamientos no suelen ser inteligentes.
Hay otras insuficiencias. No sólo por hit se llega a primera. Existe la base por bola, el error y el hit by pitch, conocido en Cuba como deadball. De los peloteros que inician tanda, el único que lo hace todo bien es el segunda base de Metropolitanos, Enrique Díaz. Recibe más de 50 bases por bola por campaña, unos cuantos deadballs y, debido a su velocidad, hace cometer frecuentemente errores a los infielders contrarios. Si a esto agregamos que batea más de 300 y roba entre 35 y 40 bases por temporada, podría decirse que Enrique Díaz es una rareza en el panorama de los hombres proa. Otros como Ulacia y Paret le siguen los pasos. Y más alejados están los demás, quienes no aprovechan su velocidad en función de la ofensiva, además de no recibir boletos con una frecuencia digna de mención o de poncharse demasiado en su afán de conectar largo.
Siempre hubo en Cuba buenos primeros bates. Desde el Pájaro Cabrera, pasando por Wilfredo Sánchez y Víctor Mesa hasta Enrique Díaz. Si en esta próxima temporada que comienza el 6 de enero los actuales hombres-proa juegan como debieran hacerlo, el béisbol y la afición se lo van a agradecer.
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