Viernes, 19 julio 2002 Año III. Edición 413 IMAGENES PORTADA
El criticón
¿La vida está en otra parte?

Sobre 'Balseros', el documental de Carles Bosch y Josep María Doménech recientemente estrenado en España.
por YANET PéREZ MORENO, Madrid  

Si algo parece objetable a los ojos de muchos espectadores que han asistido a la presentación del documental Balseros (España, 2002) —dirigido por los periodistas catalanes Carles Bosch y Josep María Doménech, con guión del propio Bosh y David Trueba—, es su perspectiva parcializada de esta historia "paralela", muy al margen de la historiografía oficialista. Desde el elenco de personajes, que no logra aprehender en toda su magnitud la diversidad de quienes emigraron por las costas cubanas a raíz de los sucesos de agosto de 1994 —el mal conocido "maleconazo"— hasta el argumento de una trama que "olvida" ciertos resquicios de la realidad, también válidos si de testimoniar se trata.

El hecho de que algunos destinos desembocaran en la triste historia de una Misclaida o un Rafael —"embaucados" por el sueño americano— no supone que el gran por ciento de los sobrevivientes del episodio del 94 tuviera tan funesto desenlace.

No es censurable que un creador plasme en su obra el lado más sombrío de una historia que ni por asomo queda agotada en las dos horas que abarca el largometraje. Esta cosmovisión tiene sus adeptos, mas no hay que negar otra parte de la realidad que, no por constructiva y sobre todo alentadora (ajena, eso sí, a cualquier premisa hollywodense), carece de relevancia. Reconocerla hubiera contribuido a matizar con un episodio menos trepidante la sarta de desaciertos que pondera Balseros. De cualquier manera, los desenlaces positivos —no altruistas ni idealizados— resumen el devenir de una gran parte de esos cubanos que también naufragaron en las aguas del Caribe. Sin ánimo de patentar incondicionalmente esta realidad "otra", es lícito otorgar un espacio a aquellas otras historias que, no por menos "patéticas", también conforman el coro de voces.

El filme parte de una perspectiva que deroga de antemano una visión analítica y profunda del éxodo cubano. Sobre todo si se comprende este fenómeno como la opción última de un pueblo "enfermo" que se ha inmolado para agotar aquella última esperanza que le viene de su condición insular. Cabría mostrar cuáles fueron los móviles que condicionaron este fenómeno y si para muchos la vida en la Isla resultaba, y resulta, una travesía igual de negra y amarga.

Lejos de una posición genuinamente contestataria, Balseros se queda en lo epidérmico, se limita a exponer pasajes de la vida de aquellos que lamentablemente fracasaron —o se empeñaron en fracasar, o triunfaron a la manera gris y anónima de quienes se hacen fuertes en el fracaso—, sin preguntarse nunca dónde están los demás, qué ha pasado con ellos. Subyace aquí una clara intención moralizante, como resume una frase de los realizadores: "Estos siete cubanos representan a las miles de personas de cualquier parte del planeta que abandonan su casa en busca de un futuro supuestamente mejor".

El largometraje se limita a mostrar una de las aristas del suceso y, desde ese ángulo, se vale de una serie de recursos técnicos y de un despliegue cinematográfico que avalan su efectividad. Dar continuidad a la historia de estos individuos hasta siete años después de su arribo a EE UU es ya una labor periodística encomiable (mención aparte para la música, efectiva donde las haya). Sin embargo, al adoptar una posición parcializada se termina por embotar al espectador con una avalancha de imágenes que apuntan hacia el pesimismo, la angustia o el conflicto, dados por la oscuridad de las escenas, los sitios donde se desenvuelven los personajes, su condición marginal, el infortunio de la propia aventura.

Amparado en esta secuencia de negativismos, el largometraje pretende sugerir la idea de que el éxodo de 1994 fue un fracaso. El título mismo, Balseros —un término genérico—, parece ya un error. Imposible resulta mostrar, no ya explicar, un fenómeno tan complejo a partir de la historia de estos siete cubanos. Según uno de los involucrados en la realización de la cinta, "éramos conscientes de que el cine es cultura y es espectáculo, y el periodismo no, así que si la suma de esos siete personajes que habíamos elegido no servía para entender al total de los treinta mil balseros, no teníamos una película".


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