Lunes, 14 enero 2002 Año III. Edición 279 IMAGENES PORTADA
Cultura
Ahogados en un vaso de agua

¿Es la masificación de la cultura en Cuba el final de la cultura?
por VíCTOR MANUEL DOMíNGUEZ  

En Cuba, la cultura comunitaria es como un mar que se ahoga en el vaso de agua de la marginalidad.

Gente
Cuba: ron a granel, los bitles, muñequitos de plástico, recital de poesía y consignas:
'todos somos iguales'

Sujeta a los flujos y reflujos de las propuestas artísticas donde las buenas intenciones naufragan por causa de lo superficial, el kitsch y la imposición de modelos banales contaminados con el culto a la violencia y la estética del bajo consumo, la cultura en la comunidad se ha convertido en un espacio donde confluyen las diversas corrientes del mal gusto.

Concebido como un proyecto integrador entre lo artístico y lo sociocultural, el discurso irreverente que le anima se apropia de las fórmulas más baratas de hacer arte cubano, y difunde estas obras y propuestas recreativas como productos de un alto nivel artístico.

Sin una definitiva clasificación, la cultura comunitaria sigue su errático rumbo en busca de un proyecto único de asimilación estética, porque al decir del poeta Waldo Leyva —ex director del Centro Nacional de Cultura Comunitaria—, "existen espacios con identidades (no identidad) muy particulares que indudablemente tienen fronteras, pero a merced de todas las influencias posibles".

Esta valoración, que reconoce el grado de mestizaje existente en cada zona como resultado de los diversos intereses que muestran los diferentes estratos sociales que lo conforman, no aporta nada al diseño de una estructura donde converjan las múltiples expresiones del arte y la cultura en general.

La validación de esta seudocultura para el consumo de las mayorías, se encuentra presente en cualquier proyecto comunitario del país. Junto a una pipa de cerveza donde cuelga una Flora de Portocarrero; en una feria de arte popular en la que se consiguen convoyados un poemario de Miguel Barnet, un buda de yeso y un paquete de palitos de tendedera; o en las Noches de la Cubanía donde cada borracho "culto" se gana una botella de ron si completa el pie forzado sobre los logros del Plan Turquino-Manatí y acierta quién escribió En Chiva Muerta no hay bandidos. Todo mezclado con una marcha de la banda de conciertos de cada municipio, el repiqueteo de bongóes de una rumba de cajón y el estentóreo ritmo de un grupo de rock que "ejecuta" La Guantanamera traducida al esperanto.

Esta realidad, que forma parte de un proyecto encaminado a "masificar la cultura", es deudora del divorcio que existe entre quienes propician el hecho cultural y quienes los dirigen en cada territorio.

La falta de apoyo a las instituciones culturales, el bajo financiamiento, así como un trabajo promocional cuyo objetivo es mantener entretenida a la población, son actores de reparto en medio de un escenario político donde el rol protagónico es interpretado por la ideología comunista.

Navegar en una balsa improvisada por las traicioneras aguas de la cultura comunitaria, es un acto de lesa identidad.

Vender la imagen del pueblo cubano como el más culto del universo, es peor que bogar en un barco de papel por las turbulentas aguas de la globalización cultural.


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