Jueves, 11 abril 2002 Año III. Edición 342 IMAGENES PORTADA
Sociedad
Trofeo de guerra

Elián González: de patitas en su trágica odisea marítima.
por MICHEL JUáREZ, Valencia  
Cumpleaños
Cárdenas. Cumpleaños 'oficial' del balserito Elián

Fidel Castro persiste en convertir al niño Elián González en un engendro, psicológicamente hablando. No le han bastado las poses de trofeo de guerra —o de caza— que le ha hecho asumir en fechas "significativas", sino que se burla tajantemente de sus propios psicólogos, pedagogos y otros especialistas que, en su momento, escribieron el documento oficial ¿En qué tiempo puede cambiársele la mente a un niño?

La semana anterior reaparecía el mítico infante, no en Belén, sino en La Habana, otra vez rodeado de miles de personas que aplaudían discursos y emitían lemas políticos totalmente inaccesibles a la ingenua conciencia de un pequeño de siete años. El pretendido "trofeo de guerra" ocupaba primera fila en el teatro Carlos Marx, donde se celebró el aniversario 40 de la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC). A su lado, el abuelo de barba descuidada y vestimenta verde-olivo, no cesaba de mimarle.

Presente también estaba el padre, nuevo licenciado en cinismo en la "Universidad Cubana de las Oportunidades Políticas", curiosamente no perturbado por el alboroto, ni la mirada indiscreta del auditorio, ni mucho menos los flash y cámaras que iluminaban su rostro. Curiosamente, porque no hace ni una semana que el señor Juan Miguel González se quejaba enérgicamente del asedio que sufrían él y su familia. Cualquier posible razón en sus planteamientos, en relación con los efectos negativos de la ausencia de privacidad, queda descalificada por su acostumbrado visto bueno a los actos políticos en los que el régimen exhibe a Elián y, por extensión, a toda la familia. ¿Acaso algún cubano no recuerda el indecente e histórico slogan pre-revolucionario de "tiburón se baña, pero salpica"?

También quedan atrás las disertaciones científicas de consagrados doctores y renombrados especialistas en relación con las consecuencias del uso político de un niño de esa edad, que a ojos vista no es capaz de asimilar ni comprender el por qué de tan continuo homenaje, ni mucho menos la "diligente" atención personal del presidente del país.

Fidel Castro, ignorando olímpicamente las tesis psicológicas empleadas por su propio Gobierno durante la reclamación del niño a Estados Unidos, está desarrollando un engendro difícil de salvar. Se trata de un pequeño, necesariamente marcado por la historia, expuesto a un trauma que no concluye gracias a la obcecada idea del dictador, que insiste en ponerle, a cada instante —políticamente conveniente—, de patitas en su trágica odisea marítima.


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