Jueves, 08 agosto 2002 Año III. Edición 427 IMAGENES PORTADA
Opinión
Desde la otra ala del pájaro

Tráficos intelectuales en 'la frontera de la identidad': Cuba, Puerto Rico y la Academia norteamericana.
por EMILIO ICHIKAWA MORIN, Nueva York Parte 1 / 2
Bandera

Hacia 1998 Fidel Castro y José María Aznar sostuvieron una querella pública a través de metáforas ajedrecísticas: "Mueve ficha", "Mueve ficha tú, señorcito". Esta tensión frustró una visita del Rey, casi malogra la inauguración del Centro Cultural Español en La Habana y desconcertó a la historiografía cubana con un replanteo desde arriba de la tensión histórica con Norteamérica. Una parte de la historiografía oficial hasta llegó a considerar "aliado" al ejército norteamericano en la guerra de 1898, descartando las otras opciones de "interventor" y "cooperante".

Es en ese momento que se consuma sobre la Isla una pretensión intelectual que ya se venía perfilando, pero que no se había mostrado en toda su fuerza y organicidad; constituye, con toda seguridad, el movimiento intelectual más consistente y mejor organizado que ha incidido sobre Cuba, incluyendo a los verificados bajo la colonia. Me refiero a la genéricamente llamada "Academia norteamericana" y todos los movimientos culturales y artísticos que pueden estructurarse desde ella. Tanto Washington como La Habana favorecen y controlan, a través de sus respectivas instituciones, la marcha progresiva de este intercambio.

El intercambio cultural e intelectual con los Estados Unidos cuenta hoy con varios puntos a su favor:

—Contexto internacional propicio. Se dinamizan las comunicaciones en un ambiente global liderado precisamente por Norteamérica. Así, lo que antes fue sospechoso para el nacionalismo cubano pierde ahora su formalidad imperial y llega naturalmente, como un signo de los nuevos tiempos.

—Vacío utópico en un receptor que ha perdido o desprestigiado su soporte ideológico (el leninismo en el primer caso, la martianidad en el segundo); desconcierto espiritual y necesidad de proyectos estratégicos en la Isla, lo que crea un receptor ansioso, sin libertad de opción y predispuesto favorablemente a cualquier oferta.

—Ambiente "xenofílico" general que entiende la salvación como un evento que viene de "afuera". El extranjero es, además de un evangelizador, un confesor con el privilegio de recibir las razones de las querellas entre cubanos.

—Desbordada sensibilidad pro-norteamericana incentivada por varios agentes: el liderazgo internacional de la nación americana, la propia revolución de 1959, un exilio exitoso bajo las reglas de la jurisdicción norteamericana y las notables veleidades filonorteamericanas de los moldes mentales y gustos individuales del Comandante Fidel Castro.

—Potencia intelectual y monto de recursos de que dispone la academia norteamericana.

—Costumbre, hábito, gravitación histórica hacia la cultura del norte como uno de los polos entre los que se coteja la identidad cubana.

—La fascinación que ofrece Cuba como supervivencia de la guerra fría en unos conservadores necesitados de la vieja confrontación, o en unos liberales nostálgicos en busca de una nueva solidaridad anti-establishment.

Como era de esperar, la academia norteamericana ha llevado a Cuba un patrón similar al que usualmente utilizan en las universidades; de hecho, los cubanos que estudian dentro de Cuba y los que lo hacen en los Estados Unidos comparten hoy un universo magisterial más coherente que el que tenían en la misma Isla.

Los profesores norteamericanos a los que seguimos no están radicalmente divididos por orígenes familiares, procedencia regional, posición sensitivo-existencial ante la revolución, lucha de prestigios, necesidad de sobrevivencia material, precariedad de acceso a las publicaciones, orientación moral, etc., como efectivamente lo están entre sí los maestros que nos asistieron en la Isla.

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