Una tarea impostergable |
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Acerca de la reconciliación nacional y la nueva república. |
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por ALBERTO F. ÁLVAREZ GARCíA, Ottawa |
Parte 1 / 3 |
A la memoria de Jesús Díaz
La república ha llegado a su primer centenario sin lograr el desarrollo, la democracia y la prosperidad que prometieron sus gobernantes desde 1902. Por el contrario, ella enfrenta una crisis multifacética, económica y sociopolítica, tal vez la mayor de la historia nacional, cuya gravedad permite catalogarla como de transformación, es decir, que requiere para su solución del cambio del socialismo de Estado por otro modelo de sociedad.
Sin embargo, el liderazgo gubernamental, en su optimismo sin límites cuando se refiere a la defensa de la legitimidad de sus acciones y al encubrimiento de sus errores, hace una lectura triunfalista de los resultados del Período Especial, insistiendo en que el único medio para preservar la nación es el unipartidismo y el estatismo oficial. A pesar de las dificultades internas y del paso del mundo a la etapa poscomunista, sigue aferrado a la idea de que en el campo político conviene más eliminar al contrario por medios represivos que tolerarlo.
Lamentablemente, la política de confrontación no es atributo sólo del Gobierno. En la política cubana persiste el contrapunteo tradicional entre las políticas radicales y moderadas conocidas en el pasado, que se sitúa otra vez en el núcleo del enfrentamiento entre el Gobierno, la oposición y Estados Unidos. La lucha desgastante entre las líneas duras de esas fuerzas opuestas es una de las causas de la situación de inmovilismo que impide solucionar la crisis nacional. El problema principal radica en que, si bien no se han creado las condiciones para el colapso del régimen ni para su derrocamiento por parte de la oposición, éste no puede evitar la reproducción perpetua de la crisis y, a la par, fracasa en sus esfuerzos por destruir y aislar a la oposición pacífica interna, que pese a sus limitaciones acumula virtudes y se consolida.
En este contexto de confrontación, la reconciliación nacional es inevitable para resolver la crisis. La reconciliación nacional se manifiesta en la actualidad en dos planos principales: como una estrategia de la oposición moderada-reformista para alcanzar la democracia de manera gradual y pacífica; y como parte de una emergente cultura democrática de la ciudadanía, que en la posguerra fría y luego del derrumbe del socialismo de Europa del Este recurre paulatinamente a la idea del uso de la tolerancia, la negociación, los pactos y los acuerdos como valores posibles para promover los cambios políticos y sociales.
Para la oposición moderada integrada por liberales, socialdemócratas, la democracia cristiana, neomarxistas, poscomunistas, sindicalistas, luchadores por los derechos humanos, etc., la reconciliación nacional no se reduce al reencuentro entre los cubanos de adentro y los de afuera, sino que también incluye a la soberanía popular que da al pueblo la única fuente de gobierno y de legitimidad del poder. Desde este punto de vista, no se puede hablar de una verdadera república, e incluso de una auténtica ciudadanía en Cuba, hasta que el pueblo obtenga el derecho a elegir a sus gobernantes en elecciones libres, pluralistas y competitivas. El hecho de que la democracia política no garantiza la democracia sustantiva, no significa que ambas sean excluyentes o que se vaya a omitir el valor de la primera.
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