Lunes, 29 abril 2002 Año III. Edición 354 IMAGENES PORTADA
Opinión
Ellos tienen la palabra

¿Se desvanece la arrogancia con que los barbudos de la Sierra Maestra irrumpieron en la geopolítica internacional?
por MANUEL CUESTA MORúA, La Habana  
Universidad
Ministro de Educación Superior Alegret, Presidente de la
FEU Pérez, líder de la UJC Ribero

Aunque no lo parezca, la política cubana se pone interesante. Especialmente la política exterior. Ya comienza a ser marcada por la ambigüedad, lo que la hace más flexible, al menos por su retórica, y más atractiva para los analistas.

Créase o no, se desvanecen en el aire las pretensiones de absoluta arrogancia con que los barbudos triunfantes de la Sierra Maestra irrumpieron en el mundo, con la intención de demarcar nuevas zonas de influencia revolucionaria y forjar así una especie de imperialismo social.

Todavía se escuchan por ahí algunas boutades como la de que Cuba, ante la "confusión ideológica mundial", puede y debe poner orden, concierto y claridad en las ideas que rigen o no rigen este mundo. Esto, que fue dicho por un alto funcionario de la cultura, traduce la inercia mental de quienes no se acostumbran a nuestras diminutas dimensiones políticas y a la fragilidad de nuestro pensamiento escolástico. Si ya no hay, físicamente hablando, zonas de influencia revolucionaria, ¿por qué no —preguntaría nuestro funcionario— dibujar nuevos espacios de influencia ideológica? Y a esta pregunta, otra: ¿Con qué?

Pero a pesar de este chiste lacrimógeno, Cuba empieza a normalizar sus relaciones internacionales con pretensiones más modestas. Digo normalizar para dar a entender que empiezan a ser otros los conceptos con los que se presenta ante la comunidad internacional: no más internacionalismo proletario, no más el nuevo "derecho de gentes revolucionario" y no más la idea de que la historia universal es la marcha indetenible del socialismo (en su versión comunista) sobre el capitalismo; idea que, llevada hasta sus últimas consecuencias, significa destrozar el sistema de Naciones Unidas.

Lo que vamos viendo ahora es un juego crítico de contrastes que provoca, a primera vista, un sabor escéptico, y que traduce, a segunda vista, la lenta y, en términos sicológicos, dramática adaptación del Gobierno cubano a las novísimas realidades mundiales.

Pensar sobre este asunto, que estratégicamente es de la mayor importancia, me lo sugirió la lectura de una declaración del Ministerio de Relaciones Exteriores de Cuba, del 18 de marzo, por la cual el Gobierno no sólo entregaba a Estados Unidos un ciudadano norteamericano, nombrado, en la mejor tradición del wild west, Jesse James Bell —prófugo de la justicia estadounidense y acusado de 15 cargos relacionados con el tráfico de drogas en aquel país—, sino que proponía acuerdos de cooperación en materias mundialmente sensibles.

Dicho con ligereza, estaríamos ante un nuevo concepto en las relaciones entre Estados, que clasificaría como "cooperación legítima con el enemigo". Concepto que tiene uno de sus más cercanos precedentes en la oferta de cooperación que también le fue ofrecida a los Estados Unidos, oficiosamente, si algún talibán de los que están recluidos en la base naval de Guantánamo osa escapar hacia nuestro territorio jurisdiccional.

Expresado con mayor seriedad, estamos asistiendo a un deshielo muy lento, pese a que vivimos en el trópico, de la guerra fría localizada alrededor del Estrecho de la Florida. Ello es soberbio porque implica el desgaste habanero del viejo esquema, normal en las relaciones internacionales de hace un par de siglos, de definir las relaciones con otros Estados por la historia. Algo así como si construyera las relaciones con mi vecino basado en los ingratos recuerdos que atesoran mis memorias infantiles. Lo que no conduce a nada positivo.

La vieja retórica se actualiza, por supuesto. Las acusaciones al imperialismo yanqui se suceden con la misma frecuencia de las Mesas Redondas televisivas, pero donde todo era lineal se observan atajos previsibles. Estoy por ello tentado a decir que la elite política de La Habana comienza a mostrar capacidad de contraste.

Un contraste que debería tener reflejos internos.

El Gobierno cubano quiere cooperar con el de los Estados Unidos. El Gobierno cubano se manifiesta dispuesto a dialogar con la Unión Europea sobre un asunto tan urgente como los derechos humanos. ¿Cuándo cooperará y mostrará disposición a dialogar con su propia sociedad? La buena atmósfera internacional que las autoridades de la Isla quieren para alcanzar su propio sosiego también la demandan, en su patio particular, los cubanos. Nuestra agenda nacional también está cargada de asuntos por tratar. El Gobierno cubano tiene la palabra.


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