Lunes, 18 febrero 2002 Año III. Edición 304 IMAGENES PORTADA
En Miami
Piloto despistado quería secuestrar a Castro

por IVETTE LEYVA MARTíNEZ  
Avioneta
La Habana, agosto 2001. Rescate de la avioneta de Milo
John Reese

El anónimo repartidor de pizzas que fue encarcelado el pasado año tras protagonizar un vuelo hacia Cuba en una avioneta robada, sería ahora un héroe del anticastrismo si el propósito de su viaje se hubiera consumado.

Milo John Reese, un ciudadano estadounidense de 56 años, había dejado una nota en su automóvil antes de tomar la avioneta Cessna 172 en una escuela de aviación de Cayo Maratón, Florida, asegurando que pretendía secuestrar al gobernante Fidel Castro.

La nota, hallada por los investigadores en el automóvil que Reese dejó parqueado en el lugar poco antes de robar la avioneta, dice: "Voy a tratar de secuestrar a Fidel Castro. Si algo sale mal, díganle a mi esposa que la quiero más de lo que ella nunca se imaginó".

En su primer vuelo en solitario, Reese desvió inesperadamente el aparato hacia La Habana el pasado 31 de julio, pero tuvo que hacer un aterrizaje forzoso en los arrecifes de Cojimar, al este de la capital cubana. El aparato se quebró al tocar tierra y el tripulante salió de la cabina aturdido, pero sin daños de gravedad.

Las autoridades cubanas lo detuvieron y devolvieron a Estados Unidos, donde fue juzgado y condenado por el robo de la avioneta.

Esta semana, Reese salió en libertad tras cumplir seis meses en prisión.

La abogada de la defensa, Celeste Higgins, justificó la actitud de su cliente afirmando que "está mentalmente enfermo".

Los investigadores interceptaron la correspondencia de Reese mientras permaneció en la cárcel y hallaron varias cartas donde el detenido reafirmaba su intención de secuestrar a Castro.

"No entiendo por qué me encuentro en un encarcelamiento solitario en una cárcel federal de Miami por arriesgar mi vida para secuestrar al mayor bastardo del mundo, a Fidel Castro", escribió durante su cautiverio.

Autotitulado como "el piloto de las pizzas", Reese acumulaba un historial de conflictos maníacos depresivos y comportamiento estrafalario, y en cuatro ocasiones había abandonado el hogar que comparte con su esposa.

En 1999 había acaparado también los titulares de la prensa cuando fingió su muerte como parte de una presunta campaña contra la prostitución en Reno, Nevada. En otra ocasión se encadenó frente a las oficinas del Departamento de Salud de ese Estado exigiendo una licencia para abrir un burdel de homosexuales.


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