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Carta a Julián del Casal

por RAMóN FERNáNDEZ LARREA, Barcelona Parte 1 / 3
Casal
Julián del Casal

Abaniquero y quincallero Julián del Casal-san:

He estado mucho tiempo intentando aprender japonés para hablar contigo. Esfuerzo vano, sólo logré emitir ciertos gemidos desfallecientes, como si Toshiro Mifune se hubiera pasado un poco con el sake. Yo también tengo mal sake, por eso dejé el ping pong y el jaibol, esos dos deportes de mesa. La barra fija me duraba poco: yo iba desmadejándome y sólo alcanzaba a soltar un sayonara mustio, que me tiraba contra el piso. Por eso, cuando un amigo me contó que también habías escrito en castellano, no veas cómo me alegré: del "haikú" al "ay, tú" va mucho, pero se hace el intento. Ambos los dos tienen el mismo fulgor de un buen lema de mural, y muráldolo bien, el ala de la poesía fulgura, emplumándolo todo, echando piojillo "por doquiera que yo voy y no te puedo hallar".

Los poetas debiéramos saludarnos de acuerdo al equipo al que pertenezcamos (¿no sería una licencia decir "al que pertenézcamos"? No, eso es futuro, y el futuro siempre es luminoso, con lo cual nos deslumbraríamos de alegría, nos inundáriamos, entusiásmados, y nuestra pénumbra poetíca se íria al cárajo). Un ejemplo: los poetas líricos pudieran saludarse siempre con un "¡Oh!", que pone la boquita redonda de asombro tipo letra Arial black. Los conversacionalistas —burlones a veces, otras insoportablemente densos— lo harían con un "¡Ah!", y eso ya va con la bemba más tersa, estilo Times new roman. Los que aún padezcan de bucolismo —que no son problemas de la buca, sino algo más buscoso y sombrío— utilizarían los "¡Ah!" y los "¡Oh!", pero entre col y col serían capaces de introducir un "¡Eh!", tal vez un "¡Uuugh!", como atorados por una hamburguesa de las nuevas, de las que se fabrican ahora en la Isla con larvas de vaca. Los que practicamos el multi-estilo estaríamos entonces de plácemes (que es un problema de placenta mensual) y nos interpelaríamos a cada hora con todas las interjecciones hasta decir solamente "¡Bah!", que es un músico de afuera que tenía un buen órgano. Aunque también, y para seguir en la música, pudiéramos usar libremente el "¡Ah!", pero alargado, longevo, tipo pan de flauta, a la manera de Pérez Prado, que tiene nombre del sitio donde deben habitar los poetas, ese Darmaso celestial, una especie de UNEAC nebulosa. Un buen "¡Aaaaaaah!", rematado por un "¡Uuuugh!" le da color al mambo. Debo aclarar aquí que interpelarse no es cortarse el cabello unos a otros, con una Ana Lassalle por dos bandas, sino insultarse con cariño, decirse "Eh", "Ah" y "Oh", como si se viviera en el Cotorro, de una cuadra a otra.

Pero no sé cómo saludar a un modernista. Una vez me encontré a uno de ellos saliendo de las Cañitas del Habana Libre, y sólo le hice un gesto con la mano, que no suena a nada. Tampoco imagino cómo puede uno fundar un movimiento. El Modernismo, para no ir más lejos, que me canso. ¿Uno se levanta un día en La Habana y dice: "¡Qué cansado me tiene el romanticismo ese, cará. Los cisnes no me han dejado dormir en toda la noche!", y funda ahí mismo el Modernismo en lo que calienta la leche y saca la mantequilla? A lo mejor te dio por eso influenciado por la zona en que vivías, que no era, como sospechaba al principio entre Tokio y Osaka, sino en Compostela, entre Ricla y Teniente Rey, muy lejos de los astilleros Chullima, que era lo más nipón que teníamos a mano entonces. Ahora hay muchos nipones en la ciudad, por lo menos en la onda política. En ese campo ni pones una si sale de tu cosecha. Hay que esperar por el hombre del saco, el sembrador guán, que le echa semillas a las maracas porque tiene el uno. O el huno, si vamos a tirar por lo asiático.

Lo cierto es que el 13 de febrero de 1881 apareció tu primer poema. Cualquiera diría que apareció por la misma esquina de Ricla, o tal vez de Teniente Rey, muy militar él. Pero no. Fue publicado y todo en un semanario llamado El Ensayo. Suerte que tuviste que entonces se ensayaba. Ahora se contraensaya o todo viene ya aprendido. Y al que le sirva el ensayo que se lo proponga. Pero tú en ese momento andabas ensaya que te ensaya, aún en paños menores, y no te había dado por las chinerías y los kimonos. Tal vez alguna vieja, que te decía "kimono es Juliancito", y de ahí vino fulgurante el Fujiyama a tu pijama. Metafórico y moderno, ensayando para modernista.

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