Miércoles, 13 febrero 2002 Año III. Edición 301 IMAGENES PORTADA
Economía
¿Milagro terrenal?

El desarrollo económico vietnamita visto desde el malecón habanero... un cuento de allende los mares.
por DIMAS CASTELLANOS  
Malecón habanero
Malecón habanero. El muro del aburrimiento

Hay milagros y milagros, celestiales y terrenales, diferenciados unos de otros por la causa que los origina; los terrenales son generados por los hombres. Ese es el caso del milagro vietnamita. Una nación cuyos habitantes morían de hambre, convertida en destacada exportadora de productos agrícolas en un corto lapso de tiempo.

Como merecido elogio a tan sorprendente salto, el martes 18 de diciembre el diario oficial del Partido Comunista de Cuba publicó un interesante y sugerente artículo del periodista Arnaldo Musa titulado Vietnam y la cultura del arroz, que tiene, además de reconocimiento a ese laborioso pueblo, el valor de promover la reflexión sobre el inusitado acontecimiento.

Según Musa, "Vietnam es actualmente el segundo exportador mundial de arroz, difícil de creer cuando hace 15 años la población septentrional sufrió grandes calamidades por su escasez", y agrega, "Para lograr esto el sistema cambió, tomando como variante incrementar la extensión de tierras arroceras para la cosecha invierno-primavera y la de verano-otoño, de rendimientos altos y estables. Los nuevos tipos de variedades más productivas lograron ser utilizadas en más del 87% del área sembrada".

El autor menciona dos factores técnicos —la extensión de tierras en determinadas estaciones del año y el empleo de variedades más productivas— elementos reales e importantes, pero insuficientes para explicar la causa del milagro arrocero.

A pesar de conocer la inteligencia y la milenaria tenacidad de ese pueblo, tal y como lo narra José Martí en Un paseo por la tierra de los anamitas, lo alcanzado resulta de todas formas sorprendente para quienes hemos estado enfrascados en el desarrollo de la economía sin siquiera aproximarnos a los resultados obtenidos por los anamitas.

Vietnam es un país conocido por sus milenarias guerras. Durante la más devastadora, que terminó hace sólo 26 años, regiones del llano y la montaña fueron arrasadas, las bombas arrojadas sobre su territorio fueron tres veces mayor que las empleadas durante la Segunda Guerra Mundial, el 15% de la población pereció o resultó herido en la contienda y en el Sur resultaron destruidas el 60% de las 15 mil aldeas existentes. Como si fuera poco, una vez culminada esa guerra tuvo que enfrentarse al bloqueo económico y los ataques fronterizos.

Después de la reunificación en 1976 se generalizó el sistema de economía planificada, el cual sumió al país en el hambre y la superinflación hasta 1986, año en que emprendieron el Doi Moi o Renovación Vietnamita, bajo el lema de Reforma Económica, estabilidad política, consistente en un programa sistemático de reformas basado en la introducción de mecanismos de mercado, autonomía de los productores, derecho de los nacionales a ser empresarios y entrega de tierra a los campesinos, especialmente a las familias. Este paquete de medidas estaba encaminado a desarrollar la iniciativa, el interés y la responsabilidad de los agricultores. El mercado –decía el Secretario General del Partido Comunista de ese país en 1996— se convierte en el campo de batalla, por eso estamos practicando la renovación económica.

Repitiendo a un amigo, lo mismo que los medicamentos resultan ineficaces si no se aplican en el nivel requerido en sangre, tampoco las reformas sociales resultan si no se aplican en la medida necesaria. Eso precisamente tuvieron en cuenta los vietnamitas. A partir de la voluntad política y la primacía de la nación hicieron caso omiso de las guerras, el bloqueo, los conflictos fronterizos y los fenómenos naturales como los tifones y tormentas tropicales y aplicaron el Doi Moi de forma consecuente y sistemática hasta lograr que su economía creciera de forma sostenida, produjera alimentos para más del 76 millones de habitantes y ocupara el segundo lugar en la exportación de arroz.

Un pueblo laborioso, tenaz e inteligente, voluntad política y un modelo económico capaz de despertar el interés por la producción son los factores esenciales que faltaron en el artículo de Arnaldo Musa para explicar el milagro terrenal de los vietnamitas.

Como consecuencia de esa combinación, desde 1993 los Estados Unidos dejaron de oponerse a la concesión de créditos a Vietnam, en 1994 le suspendieron el embargo y en 1995 establecieron relaciones diplomáticas.

Esa extraordinaria experiencia obliga a la reflexión en nuestra realidad insular donde el nivel de sangre fue insuficiente. Las reformas económicas iniciadas en 1994, concebidas de forma involuntaria y coyuntural, fueron frenadas de forma voluntaria en cuanto sus resultados "amenazaron" con la formación de una clase media independiente. Al finalizar el primer año del recién estrenado siglo, Cuba "se debate entre la satisfacción de la economía del poder y la insatisfacción de la economía de la sociedad", la tasa de seguridad alimentaria no se incrementa lo suficiente y nuestros profesionales buscan todos los medios y vías posibles para emigrar. Así nos hemos convertido en el país de los no milagros.


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