Lunes, 01 abril 2002 Año III. Edición 334 IMAGENES PORTADA
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Nashville: Conversaciones con mi tía Tita

por WILLIAM LUIS Parte 1 / 2

Querida Titonga:

Ahora entiendo mejor por qué la crítica literaria prefiere estudiar las obras de escritores fallecidos. Se supone que con la distancia del tiempo se puede juzgar con más claridad las publicaciones de un determinado escritor. Pero hay otra razón tan válida como la mencionada: el escritor ausente no puede acosar al crítico, como me ha sucedido a mí.

Resulta que los otros días recibí una carta electrónica de una de las poetas que estudio en mi libro Dance Between Two Cultures: Latino Caribbean Literature Written in the United States (Baile entre dos culturas: La literatura de los "latinos" que escriben en los Estados Unidos). En este libro examino la literatura cubana, dominicana y puertorriqueña que se redacta en las urbes estadounidenses. En la carta la poeta me explica cómo uno de sus estudiantes había descubierto en mi libro la sección que estudia un diálogo poético entre ella y otra escritora puertorriqueña, sobre el tema de la identidad de la mujer puertorriqueña que reside en los Estados Unidos.

Lamenta que no hablara con ella antes de terminar mi estudio, porque, según su opinión, era obvio que no había entendido la relación que ella tenía con su compatriota.

Me culpa de acusarla de "yoista y americanizada por usar mi propia voz cuando era acusada tras bastidores de ser lesbiana para negarme lo que merecía, es una aserción muy desacertada". A continuación me informa que se había criado en el peor barrio de Santurce (Puerto Rico), que su madre era Nuyorican (puertorriqueña de Nueva York) y me invita a leer un ensayo suyo sobre el diálogo poético que pronto se dará a conocer. Cierra esta primera comunicación con las siguientes palabras: "Que usted no entienda y desvirtúe nuestras intenciones es verdaderamente doloroso y lamentable".

En mi respuesta le comuniqué que sentía mucho su reacción, pero le manifesté que mi función como crítico no es necesariamente conocer al escritor, aunque reconozco que hay cierto mérito en ello, sino estudiar el discurso poético. Más que nada me interesaba el diálogo poético y no personal, para así apreciar mejor la visión que tienen las mujeres puertorriqueñas que se encuentran a caballo (o en un baile metafórico) entre la cultura de sus padres y la de su país adoptivo. Estudio su "yo" porque se contrasta con los nombres y pronombres que aparecen en el poema de su amiga. En mi ensayo digo que el primer poema se centra más bien en la cultura puertorriqueña, mientras que el de la respuesta de la poeta que me escribe se basa en las ideas del movimiento feminista que tiene su origen en la cultura estadounidense. En el primer poema se usa con frecuencia el "nosotros", mientras que en el segundo se destaca la repetición del "yo", pronombre singular que relaciono con el individualismo de la sociedad anglosajona. Esta observación también la empleo en mis estudios de las obras de las poetas cubanas que residen en los Estados Unidos. El movimiento feminista ha permitido que las escritoras hispanas cuestionen la cultura de sus antepasados y reconozcan otra que permita su expresión como mujer e individuo. Termino mi respuesta sugiriéndole que tal vez no me había explicado bien o ella no había entendido mi estudio.

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