Viernes, 10 agosto 2001 Año II. Edición 180 IMAGENES PORTADA
El criticón
Reivindicación de una narrativa esencial

Más allá de lo folclórico, los cuentos de Lydia Cabrera nos reconcilian con el placer elemental de la lectura
por CARLOS ESPINOSA DOMíNGUEZ Parte 1 / 2

La publicación de un volumen antológico de los Cuentos (1936-1983) de Lydia Cabrera (Colección de Clásicos Cubanos, Ediciones Cocodrilo Verde, Madrid, 2000), con motivo del centenario de su nacimiento, pone de nuevo al alcance de los lectores una muestra de la faceta más estrictamente literaria de esta mujer en cuya obra, como alguna vez expresó Gastón Baquero, muchos cubanos hemos aprendido a respetar y a comprender el aporte profundo, en el territorio del espíritu, de la cultura africana. Hablo de su faceta más estrictamente literaria para diferenciarla de su trabajo de investigación folclórica, que cristalizó en libros tan importantes como La sociedad secreta abakuá, Anaforuana, Yemayá y Ochún, Anagó, Vocabulario lucumí y ese clásico que es El monte. Pero en realidad, en su caso esas divisiones resultan casi imposibles.

Portada

El volumen, editado y compilado por Rosario Hiriart, a quien se deben varios libros sobre Lydia, reúne narraciones de sus cuatro títulos de narrativa: Cuentos negros de Cuba (1940), Por qué (1948), Ayapá: Cuentos de Jicotea (1971) y Cuentos para adultos niños y retrasados mentales (1983).

Ya desde el primero, su autora se propuso hacer algo más que transcribir literalmente las historias del folclor afrocubano recogidas por ella, y las recreó imprimiéndoles un sello muy personal. Fernando Ortiz comenta en el prólogo a la primera edición en español (el libro se había publicado en 1936 en francés) que muchas de las narraciones son pura invención, aunque producto de una imaginación profundamente permeada del pensamiento afrocubano. Y en otras, el contenido religioso se diluye hasta quedar convertidas en fábulas cuyos personajes principales son animales. Uno de los que con más frecuencia aparece es la jicotea, ese extraño y astuto quelonio, vehículo y alimento vital de Changó, e ingrediente esencial en la confección de remedios, hechizos y amuletos en la santería. La jicotea pasará a ser la protagonista absoluta de Ayapá. Son veinte cuentos que desbordan poesía, magia, sabiduría popular. A veces adoptan la forma de fábulas que sorprenden por sus heterodoxas moralejas y su doliente melancolía. Poseen, además, detalles de una ingenuidad casi infantil, que la autora incorpora con una gracia y una eficacia admirables. En La herencia de Jicotea, por ejemplo, el corazón le dice un día al viejo Jicotea: "¡Se acabó! ¡No trabajo más! Y sin darle tiempo a entrar con él en discusiones, se paró de repente".

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