Miércoles, 27 marzo 2002 Año III. Edición 331 IMAGENES PORTADA
Cultura
Misticismo y tabaco

A propósito del 4° Festival Internacional del Habano celebrado en Ciudad de La Habana.
por NATALIA BOLíVAR, La Habana  

Ese Habano que yo fumo/ ¿quién fue que lo trajo aquí?
una negra mayombera/ que vino de Mayarí.
Si quieres saber mi nombre/ Con mi humo te diré
Que yo me llamo el Habano/ Primo hermano del Café.

Vuelta Abajo
Vuelta Abajo

Los fumadores de habanos en el mundo entero, principalmente en Cuba, consideran el humo que exhalan, y que envuelve con sus capas protectoras —formando remolinos de grises disolventes—, un acto de magia al más puro estilo de nuestros ancestros, que con sus invocaciones a dioses, a espíritus enraizados en palenques de ceibas y palmas, fueron protectores de su libertad. Las prácticas religiosas de nuestras culturas estarían y están presentes en el rito sagrado de oler, tocar, encender y aspirar un tabaco.

El tabaco procede de la planta Nicotina tabacum y es una de las grandes aportaciones de la cultura americana a la europea (además de otras como el maíz, la patata, el tomate, el chocolate o el girasol). Es sin duda uno de los productos que más iba a revolucionar la vida, los hábitos sociales y la economía a uno y otro lado del Atlántico, extendiéndose al resto del mundo.

Los nobles indios existentes en Cuba, al ser esclavizados por el conquistador, huían a las montañas con los negros traídos como mercancía humana en los barcos negreros, en lo que la Historia recoge con el nombre de "cimarrones". En esta mezcla de religiones autóctonas, adoradoras de la fuerza de la naturaleza, los negros esclavos y libertos aprendieron para su uso depurativo, de comunicación con sus espíritus ancestrales, el uso del tabaco, de sus hojas y de su humo. No hay en nuestro país ceremonia religiosa que no comience con el tabaco y su invocación, por medio del humo y de su sahumerio, a las deidades, envolviéndoles en el misticismo de sus propiedades enigmáticas.

Los fieles seguidores de las Reglas de Palo, para entrar en íntima comunicación con el espíritu encerrado en su fundamento, mientras hablan en lengua y cantan en susurro, tanto para venerarlo como para despertarlo, encienden un tabaco y con éste invertido, hacen sus rogaciones. Se dice que el humo emanado es el encargado de llevar sus mensajes a Sambia, el Dios Supremo de estas manifestaciones.

Por su parte, a los Abakuá, en cada ceremonia, cuando son investidos del traje ritual, se les depura con humo del tabaco, que significa en este caso la transición de hombres a espíritus, pues el humo ascensional recicla los valores de esa energía vital, transformándola en energía espiritual. Este ritual se repite cuando se trazan en el piso las firmas llamadas anaforuanas, que nos adentran en la historia de los componentes mitológicos de esta sociedad, y cuando sus tambores sagrados son sometidos al sublime sahumerio del tabaco para purificarlos y entregarlos a la intimidad del mundo que los rodea.

En la Regla de Ocha o Santería y en el complejo sistema adivinatorio de Ifá, en los oddunes o letras Oddi Wori y Ogbe Ate, nacen el tabaco y sus propiedades. Entre sus dueños se encuentran Elegguá, Oggún, Ochosi y Osain, además de todos los Orishas masculinos a los que se les brinda éste como la ofrenda más preciada. Babalú Ayé, Orisha de las enfermedades, recibe con beneplácito el tabaco, al igual que los espíritus protectores de las casas a los cuales, al levantarse el religioso, se le brinda café y un tabaco, encendido o apagado. Este acto es la satisfacción máxima del deleite como ofrenda a los protectores y como salvación de los pueblos.

En todas nuestras religiones se le atribuye al Achá (en la Regla de Ocha), a la Sunga (en la Reglas de Palo), al Endabó (en la Sociedad Secreta Abakuá), en resumen, al tabaco, un poder benéfico, pues posee la cualidad mágica de remover y ahuyentar las desgracias de hombres, animales y plantas. A partir de su descubrimiento y hasta nuestros días, el tabaco es cantado y alabado por poetas, pintores, historiadores y trovadores. Gracias a las fértiles tierras de Vuelta Abajo y Vuelta Arriba, de San Luis, Manicaragua, de La Leña, San Juan y Martínez, Los Pilotos y Río Hondo, su exquisito aroma ha traspasando los límites del continente americano.


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