Cuba: La feria de la imagen pública |
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Festivales y ferias culturales en Cuba: ¿pura cosmética? |
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por ADOLFO FERNáNDEZ SAíNZ, La Habana |
Parte 1 / 2 |
Nadie puede tener nada en contra de una feria de libros, celebrada en un lugar apacible y con magnífica vista, donde se congregue la gente a consumir literatura, a enterarse de lo que se está publicando o sencillamente a pasarla bien. Sobre todo si el lugar donde se celebra no huele a paredón de fusilamiento, en el país sede no hay que esperar a que venga la Feria para poder comprar libros y en las bibliotecas del Gobierno que la organiza no hay autores ni libros prohibidos.
Porque mantener las librerías exquisitamente surtidas todo el año y las bibliotecas abiertas para todas las ideologías podrá ser el resultado de una buena gestión comercial o de una política cultural benemérita, pero no es noticia. Nadie puede decir en un noticiero radial: ¡Última Hora! ¡Las librerías siguen tan bien abastecidas como ayer!
Sin embargo, una Feria Internacional del Libro sí es un acontecimiento que ocupa los titulares de los periódicos y de las agencias de cables. Así se va conformando una imagen de Cuba para el consumo del mundo.
Igual pasa con el Festival del Nuevo Cine Latinoamericano. Nada hay más aburrido que la cartelera de los cines de La Habana el resto del año. El habanero, de tan cinéfilo como fue, ya apenas va al cine. Las películas más populares eran las americanas, pero también gustaban las mexicanas y argentinas. Cuando estuvieron años enteros suspendidas las cintas de Hollywood, en la década de los 60, las películas más vistas pasaron a ser franco-italianas y japonesas.
Hoy muy pocos van al cine. Además de que no hay mucho que ver, el transporte está en crisis. No hay donde merendar a precios módicos luego de una función. Ante tales dificultades, la gente prefiere guardarse en la comodidad del hogar y ver la tele, o en algunos casos vídeos.
De los 152 cines que había en La Habana —cuando la ciudad tenía medio millón de habitantes— sólo quedan 55, y algunos en estado lamentable.
Pero cada diciembre, cuando llega el Festival, durante dos semanas se exhibe más de un centenar de películas en veinte cines, con ciclos de interesantes directores y variada oferta por países. Que se estrene una película apenas es noticia más allá de la página de espectáculos, pero un festival es todo un acontecimiento. Se invita a personalidades que dan conferencias de prensa. Vienen estrellas que se van diciendo que sus filmes nunca habían reunido tanto público. Reina el entusiasmo.
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