Viernes, 21 septiembre 2001 Año II. Edición 197 IMAGENES PORTADA
Cultura
Los cines habaneros. 'Play it again, Sam'

Lo que queda de las salas de exhibición capitalinas: otro testimonio de la incompetencia estatal.
por MARTHA BEATRIZ ROQUE Parte 1 / 4
Ideal

El 13 de octubre de 1960, de acuerdo a las Leyes No. 890 y 891, fueron nacionalizados todos los bancos, tanto nacionales como extranjeros, con excepción de los canadienses; 382 grandes empresas, 105 centrales, 50 fábricas textiles, 8 empresas de ferrocarriles, 13 tiendas por departamentos, 16 molinos arroceros, 6 fábricas de bebidas alcohólicas, 11 tostaderos de café, 47 almacenes comerciales y 11 circuitos cinematográficos. Era el principio del fin de los cines en Cuba.

En particular en Ciudad de La Habana, al tomar el poder el actual gobierno, existían 152 cines, algunos organizados por circuitos; uno de los más prestigiosos era el Carrerá, que estrenaba películas todas las semanas y tenía una organización en tandas, que incluso permitía a los niños disfrutar del arte cinematográfico.

Con posterioridad, y hasta 1978, se construyeron o adaptaron locales para nueve cines, que exhibían películas con el sistema de 35 mm. Ya en los años 80 comenzó la época de los cines de pequeño formato y las salas de vídeo, perdiéndose el efecto multiplicador que necesitaban las viejas edificaciones.

Hoy en día la capital sólo cuenta con 55 cines, que representan el 36,2% de los que existían en 1959. Sus condiciones no son las mejores, con raras excepciones ubicadas en zonas turísticas como la calle 23 en el Vedado; la mayoría carece de lo mínimo necesario, como aire acondicionado. Cada uno de los que se ha perdido tiene su propia historia de negligencia y desidia. Los cubanos de aquella época recuerdan perfectamente los tres auto-cines con que contaba la ciudad: Novia del Mediodía, Tarará y Vento; las últimas dos generaciones no tienen idea de lo que es un auto-cine, a no ser lo que han podido ver en las películas.

En el primero queda la construcción de la cabina de proyección, un sembrado de verduras y un grupo de ilegales que ha hecho sus viviendas en los alrededores, tomando para el techo las tejas de las cercas que definían la periferia del auto-cine.

El de Tarará se utilizó en los años 60 para los becados que había en esa zona y entonces se construyó el cine al aire libre de Santa María del Mar, para los residentes de allí: ninguno de los dos existe en estos momentos.

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