Viernes, 24 enero 2003 Año IV. Edición 541 IMAGENES PORTADA
Sociedad
La marihuana, el socialismo y el hombre nuevo

Miguel Ángel García Puñales, director del Centro de Estudios Cubanos de Madrid, analiza el fenómeno de la drogadicción en la Isla, recién 'descubierto' por las autoridades.
por MICHEL SUáREZ, Valencia Parte 1 / 3
Planta de marihuana

En agosto de 2002 la segunda cadena de televisión más vista de España, Telecinco, retransmitía un resumen —con algunos elementos nuevos—de lo filmado por tres equipos de trabajo infiltrados en La Habana con cámaras ocultas para descubrir el presunto papel de Cuba en el tráfico internacional de drogas. Después de filmar aquel desparpajo, los periodistas entregaron copias del material a las autoridades cubanas y reclamaron un pronunciamiento oficial. La respuesta la dio el propio Fidel Castro, cuatro días después de finalizada la investigación, el 21 de abril de 2001, en un acto masivo: "Sin el socialismo, Cuba no sería la más potente barrera contra la droga, incluso en beneficio de la sociedad norteamericana. Sin el socialismo, no tendríamos un país sin drogas".

Haciéndose pasar por narcotraficantes internacionales interesados en introducir grandes cantidades de cocaína en Europa, periodistas de Telecinco accedieron a contactos en la capital de la Isla que les prometieron situar 8 kilogramos de cocaína en Madrid hasta por 30.000 dólares. En la provincia de Cienfuegos lograron grabar plantaciones de marihuana en las cercanías de la Central Electronuclear de Juraguá. "No nos explicamos cómo en un lugar como ése puede existir una plantación así", se preguntaron atónitos, además de cuestionarse cómo ante el estado de sitio policial que vive La Habana —que incluye cámaras ocultas en las calles, agentes por doquier y falta total de libertades de asamblea y expresión— la droga puede estar al alcance de todos.

Uno de los testimoniantes de aquel programa —desde su exilio en España— fue el profesor Miguel Ángel García Puñales, director del Centro de Estudios Cubanos de Madrid y ex funcionario de los ministerios de Salud Pública y Educación de la Isla.

Nunca antes el oficialismo cubano había reconocido la existencia de un mercado "incipiente" de expendio y consumo de drogas en la Isla. ¿Bajo el eufemismo podría esconderse una situación tan grave como para obligar al Gobierno a admitirlo por primera vez?

Efectivamente, sólo es posible que el Gobierno reconozca algún aspecto negativo hacia su propaganda de país idílico cuando el problema no sólo es de dominio público, sino que sus dimensiones son tales que se catalogarían en cualquier otro Estado como desastre nacional o al menos un problema de salud grave. Cuando en Cuba algún problema social o de otro tipo —en especial los problemas sociales— adquiere magnitudes preocupantes, la técnica de abordaje siempre pasa por editoriales de Granma y entrevistas o discursos de Fidel Castro en torno al tema.

Lo que la prensa cubana denomina como incipiente, es evidentemente un problema de connotaciones delictivas y de salud que tiene ya muchos años de antigüedad. Las denuncias desde diferentes medios, fundamentalmente desde el exterior del país, se confirman ahora por boca del propio Gobierno cubano. Trabajé directamente con drogadictos, hace ya una década, y era por entonces un secreto a voces su extensión entre diferentes círculos de jóvenes.

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