Martes, 07 enero 2003 Año IV. Edición 528 IMAGENES PORTADA
Sociedad
Colmillo regalado

El próximo accidente ferroviario se avizora inevitable en la Isla, dadas las graves deficiencias del transporte público nacional.
por ADOLFO FERNáNDEZ SAíNZ, La Habana Parte 1 / 2
Matanzas
Coliseo, Matanzas. Restos del tren descarrilado la noche
del pasado 10 de diciembre

Podrá parecer un mal augurio, incluso una insensibilidad, pero es la pura realidad, o mejor una alerta: si las cosas siguen como están es sólo cuestión de tiempo que haya otra gran catástrofe ferroviaria en Cuba. La última se produjo el 10 de diciembre con el descarrilamiento del tren Habana-Santiago de Cuba a su paso por el poblado de Coliseo, Matanzas, donde perdieron la vida 16 pasajeros y hubo más de 70 heridos.

Lamentablemente, accidentes ferroviarios ocurren en todas las partes del mundo, a pesar de ser el ferrocarril un medio de transporte seguro. Pero en Cuba son mucho más frecuentes. Desde mediados de los noventa casi todos los años ocurre algún gran accidente en la vía férrea, y hasta más de uno: choques de trenes, choques de ómnibus y otros vehículos con trenes, descarrilamientos.

Cuba fue el primer país de Iberoamérica en tener un ferrocarril. Este año se cumple el 165 aniversario de la introducción del medio de transporte en la Isla —lo cual ocurrió, incluso, primero que en la metrópoli española— como una necesidad de la industria azucarera y de la entonces pujante economía cubana.

¿Qué está pasando? La falta de motivación generalizada que conduce a la irresponsabilidad, los salarios de miseria, el atraso tecnológico, la total carencia de recursos, cobran un alto costo en el ferrocarril, donde un error puede causarle la muerte a centenares de personas.

No siempre fue así. Los actuales Ferrocarriles de Cuba recibieron una herencia de seriedad, disciplina y trabajo consagrado de los antiguos trabajadores ferroviarios. El ferrocarril funcionaba con puntualidad de reloj. La carga era sagrada. El cubano de a pie sabía que ponía un juego de muebles o cualquier bulto en el tren y llegaba con toda seguridad a su destino. Ahora sólo los más incautos piensan en enviar algo por esta vía, porque les roban.

Falta en el ferrocarril mucha gente buena y seria. Algunos han muerto, otros se han jubilado o han abandonado el sector por la falta de motivación salarial y el poco reconocimiento social. Muchos no han querido continuar por la inseguridad de las vías férreas.

Un antiguo maquinista confiesa que dejó los trenes para no verse envuelto en un accidente, y aconseja a sus familiares y amigos que no utilicen esta clase de transporte público mientras no cambien las cosas. "No hay más accidentes porque Dios es grande", reconoce. "Es para que hubieran más".

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