Viernes, 20 diciembre 2002 Año III. Edición 520 IMAGENES PORTADA
Sociedad
Elián en sus museos

La 'Batalla de Ideas' a la que el episodio del niño balsero diera origen, celebra su tercer aniversario.
por ALCIBíADES HIDALGO, Washington  
Elián
Elián González: Demasiadas velas para tan sólo nueve años

Elián González, el pequeño que gracias a una de esas implacables batallas políticas entre cubanos se convirtió, tres años atrás, en el niño más famoso del mundo (¿habrá algún otro que pueda disputar todavía esa distinción?) acaba de cumplir nueve años.

En su natal Cárdenas, la ciudad del occidente de Cuba donde inició el viaje a la notoriedad, se celebró el natalicio con la presencia del jefe de Estado, los más conocidos artistas de la programación infantil de la televisión, periodistas nacionales y extranjeros, familiares y todos sus condiscípulos. Exactamente como Fidel Castro dijo que no iba a ocurrir, pues supuestamente el niño no sería utilizado si regresaba a Cuba.

Al mismo tiempo se celebró otro aniversario: el tercero de la Batalla de Ideas. Esta campaña —no relacionada con la Madre de todas las Batallas de Saddam Hussein— es uno de los padecimientos de la sociedad cubana originados en la saga de Elián. Se trata de un nuevo sistema de propaganda política, compuesto por tres elementos esenciales que se reiteran, implacables, en la vida cotidiana de la Isla. La Batalla de Ideas está formada, a saber, por las Mesas Redondas, las Tribunas Abiertas y las Marchas del Pueblo Combatiente.

Si se obvian los títulos de factura maoísta, o quizás norcoreana, puede valorarse mejor la coherencia interna de esta forma de difusión del pensamiento.

Las Mesas Redondas tienen lugar cada día en el horario estelar de la televisión, se reseñan cada día en las ediciones de cada periódico nacional y se publican íntegramente en folletos que cada ciudadano puede adquirir a muy bajo precio en el estanquillo de cada barrio. Su importante tema de cada día se decide por el jefe de Estado a última hora de cada noche. El panel de discusión lo integran generalmente los mismos periodistas que analizan cada día alguna de las crisis latinoamericanas o del capitalismo mundial, o las acciones del imperialismo contra Cuba. Sus opiniones en cada tema son siempre coincidentes y Fidel Castro asiste con regularidad al set donde se originan. En La Habana se dice que las mesas son redondas, pero largas.

Las Tribunas Abiertas se convocan cada sábado en una localidad diferente del país. Se anuncia siempre con anticipación cuántas personas asistirán. Las opiniones de los oradores locales son, ya se sabe, siempre coincidentes y —cosa curiosa— no se les aplaude, sólo se agitan banderitas en señal de aprobación.

Las Marchas son la apoteosis. En La Habana o en todo el país simultáneamente, el pueblo desfila indignado, adolorido, solidario o jubiloso, según sea la ocasión. El número de participantes se estima siempre en fracciones de millón y, otra curiosidad, siempre asisten varios cientos de miles más de los esperados.

La Batalla de Ideas, pues, puede estimarse como un sistema casi ideal de confrontación de los criterios nacionales, porque, además, no hay tiempo o lugar para otras ideas que las predeterminadas. Casi como un programa de Windows.

El sistema se estructuró paso a paso durante los largos meses en que se discutió si el niño Elián, el que acaba de cumplir nueve años, debía regresar al lado de su padre Juan Miguel o permanecer en la Florida, a donde lo conducía su madre Elizabeth, muerta en el intento por salir de Cuba. Fidel Castro previó también esta vez el desenlace, y retomó de paso el control de un país que se le escapaba de las manos.

En Cárdenas se fundó un Museo de la Batalla de Ideas, la que acaba de cumplir tres años. El viejo Cuartel de Bomberos construido por los españoles en el siglo XIX fue restaurado para este singular pinacoteca de pensamientos. En la sala dedicada a Elián una escultura muestra al niño arrojando un muñeco semejante a Supermán.

En el Miami cubano la casa de los González que disputaron al niño es también un museo. Un lugar más bien triste que visité hace poco, en compañía de una pareja de periodistas amigos. En el jardín exterior hay fotos de Elián durante su polémica estancia en territorio norteamericano, flores y velas encendidas en memoria de su madre y un gran columpio que alguien regaló al pequeño balsero. Este museo sólo abre los domingos.


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