Martes, 17 diciembre 2002 Año III. Edición 517 IMAGENES PORTADA
Sociedad
La fuerza de la persuasión

Paso a paso, de la ley a la ley, de dentro hacia fuera y de nuevo hacia dentro: Oswaldo Payá está en Estrasburgo para recibir el Premio Sajarov.
por JORGE A. POMAR, Colonia Parte 2 / 3

Tras la visita de Juan Pablo II, el Vaticano y la iglesia cubana han pactado, como de costumbre, un tácito concordato con el régimen, por el que ambas partes se comprometen a prescindir de toda agresión directa de hecho y palabra. Y como de costumbre, del seno de la cristiandad oprimida se alzan también en la Isla del padre Félix Varela y José Martí, cada vez más voces de protesta. Entre ese ahogado clamor la voz más coherente es la de Oswaldo Payá Sardiñas, quien tampoco ha vacilado en cuestionar el silencio obsecuente de la jerarquía católica cubana. Esto último es de vital importancia en un país donde los bancos de las iglesias (los ilés, los plantes de los ñáñigos, las ngangas de los paleros, las logias masónicas y las sectas protestantes) funcionan como una válvula de escape, a la par con las balsas, la lotería anual de visas de la Oficina de Intereses o los "despojos" verbales en privado.

Al poner súbitamente en tensión su bien aceitada maquinaria parlamentaria y electoral, para introducir la absurda enmienda que declara "inamovible" el sistema político vigente, el astuto Fidel Castro demuestra dos cosas: por un lado, se da cuenta del carácter de cabeza de playa política del Proyecto Varela; por el otro, deja entrever su impotencia ante un avance táctico en apariencia inofensivo, detrás del cual se ocultan objetivos estratégicos de largo alcance que el líder del Movimiento Cristiano Liberación desveló sin cortapisas en una entrevista pública:

"Precisamente, lo que pretendemos con el Proyecto Varela es cambiar todo un sistema establecido por la fuerza del miedo y llevar al pueblo, desde la posición de sometido en que se encuentra, a una posición de libertad. Y una vez así, poder elaborar entre todos una nueva Constitución".

Más adelante, en esa misma entrevista, resume su táctica pacifista:

"La Constitución vigente en Cuba, a pesar de su imperfección, contiene algunos derechos que sirven como vías para iniciar un proceso pacífico que restituya los derechos humanos de los cubanos. Y esos pequeños derechos que nos brinda esta Constitución son los que utilizamos".

Para arribar al todo Payá empieza persuasivamente por la parte. Arranca de una propuesta minimalista que apela, no a una minoría disidente que ya se ha tirado por la calle del medio, sino al resentido "cubano de a pie" y a esa vasta clase oportunista solapada dentro del aparato estatal o en los bolsones de capitalismo. No apela a lo que se supone que la gente debería hacer según el concepto romántico de la historia, sino a lo que podría estar dispuesta a hacer sin correr grandes riesgos, en los términos de la mezquina cotidianidad totalitaria; busca crear un consenso mínimo que sirva de punto de apoyo donde insertar la palanca mediática que ponga en movimiento a una masa políticamente inerte. Paso a paso, recogiendo pacientemente firmas en las calles; de la ley a la ley, apoyándose en el sistema jurídico; de dentro hacia fuera, rompiendo la indiferencia exterior; y de nuevo hacia dentro, con la fuerza agigantada de un prestigio internacional que recién alcanza su apogeo en Estrasburgo.

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