Martes, 17 diciembre 2002 Año III. Edición 517 IMAGENES PORTADA
Sociedad
Las mentiras de Nerón

¿Cuánto daño le ha causado el ron a la sociedad?, pregunta Castro... y anuncia un nuevo aumento en el precio de las bebidas alcohólicas.
por MICHEL SUáREZ, Valencia Parte 1 / 2
A la espera

O Fidel Castro está leyendo periódicos viejos, o está elucubrando un nuevo aumento en el precio de las bebidas alcohólicas.

Desde la debacle socialista de finales de los 80, los rones de etiqueta —a saber, Havana Club, Matusalén, Santiago o Patricuzao— veían ascender sus valores inflacionarios hasta más del 500 por ciento. Primero, sobrevino una especie de ley seca que impuso las más ocurrentes variantes para obtener bebidas, desde el alcohol boricado de las farmacias hasta el antológico y ya icono de cubanía "Chispa e' tren", al que casi todos acudimos en algún momento de intensidad depresiva y escasez de dinero.

En una nueva modalidad de oferta para las clases sociales "emergentes", similar a las tiendas recaudadoras de divisas pero en pesos cubanos al cambio vigente de CADECA, en estos últimos años han aparecido las cadenas de restaurantes y cafeterías de precio "diferenciado". Una alternativa del socialismo cubano para enfrentar la demanda sobre la base de la inflación.

Ahora en las tiendas cubanas, en dólares o pesos, puede encontrarse de todo, o casi de todo, con una notable disminución del desorden público. Una solución que inevitablemente vuelve su mirada al "despiadado" mercado que tanto critica Castro, e ignora a los más desposeídos materialmente. No se hallarán diferencias entre los antiguos almacenes de la etapa capitalista —salvando la distancia— y las cadenas actuales, donde el que puede, monetariamente hablando, tiene acceso a los bienes de consumo. ¿Dónde ha quedado entonces la política social tantas veces ondeada por la revolución cubana? ¿Acaso en las 5 ó 6 libras de arroz y azúcar, y en el medio litro de aceite de soya?

Sin embargo, el enfoque que ha dado el Gobierno de la Isla a la situación yerra catastróficamente, y es incomparablemente inferior al método de oferta y demanda que hoy decide la actividad mercantil universal. La Habana pretende regular su mercado únicamente subiendo los precios, y sigue empeñada en no estimular los procesos productivos individuales. Los bajos niveles de producción de la economía, amarrados a una centralización estatal aberrante, son la causa número uno del desabastecimiento general de la Isla y de la elevación de los precios.

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