Lunes, 09 diciembre 2002 Año III. Edición 511 IMAGENES PORTADA
Sociedad
Pormenores de un difunto

En torno al XI Congreso de la Central de Trabajadores de Cuba y la muerte del sindicalismo nacional.
por DIMAS CASTELLANOS, La Habana  
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'Trabajando para el inglés'

La independencia de los sindicatos respecto al Estado o cualquier otra institución es una premisa vital para su existencia y participación en los procesos sociales (desde sus propios intereses y con sus propios métodos). Así como los seres vivos no pueden subsistir en ausencia de oxígeno, el sindicalismo se desnaturaliza al perder su independencia. El XI Congreso de la Central de Trabajadores de Cuba celebrado en La Habana entre el 26 y el 28 de noviembre de 1961, en el Palacio de los Trabajadores, constituyó una clara confirmación de esta tesis.

El sindicalismo cubano se fue gestando a partir de la introducción del trabajo asalariado en las industrias azucarera, tabacalera, ferroviaria y constructiva. Sus primeras señales de existencia fueron las huelgas en la industria del tabaco, la fundación de los periódicos La Aurora y El Artesano y la creación de organizaciones como la Asociación de Tabaqueros de La Habana, en la segunda mitad del siglo XIX. A principios del XX, la naciente institución estaba extendida por todo el país, había celebrado sus primeros congresos y desarrollado un fuerte movimiento huelguístico, gracias, entre otros factores, a que nuestra primera constitución republicana reconocía los fundamentos de derechos humanos imprescindibles para la existencia y desarrollo de la sociedad civil.

Otros resultados conquistados por el joven movimiento sindical cubano constituyen una viva expresión de su pujanza: Las huelgas desarrolladas durante las primeras décadas del siglo XX; la fundación de la Confederación Nacional Obrera de Cuba en 1925; el paro general de agosto del 33, que sacó del poder a Machado; la fundación en 1939 de la Central de Trabajadores de Cuba; las conquistas de la jornada laboral de 8 horas, el salario mínimo, el derecho de huelga, la estabilidad del empleo, vacaciones retribuidas, licencia por enfermedad, licencia retribuida por maternidad, derecho de negociación colectiva y otras medidas recogidas posteriormente en el Título VI de la Constitución de 1940.

En la década del 50 el movimiento obrero contaba con el flamante edificio del Palacio de los Trabajadores; el Retiro de Plantas Eléctricas había construido la moderna edificación de Carlos III y la había arrendado a la Compañía de Electricidad; el Retiro Gastronómico había hecho lo mismo con el Habana-Hilton y el de Artes Gráficas había comenzado a desarrollar el Reparto Gráfico, manifestaciones de que los sindicatos constituían un fuerte sector de la sociedad civil con influencia en los acontecimientos nacionales.

Sin embargo, la pasividad primero y la colaboración después de la Central de Trabajadores de Cuba con el gobierno resultante del Golpe de Estado de marzo de 1952, marcó el comienzo del proceso de declive del movimiento obrero. Su muerte definitiva se inició a sólo 22 días del triunfo revolucionario de 1959, cuando la CTC fue disuelta y sustituida por la CTC-Revolucionaria.

En noviembre de 1960, durante la celebración del X Congreso de la CTC, David Salvador, figura céntrica en aquel momento, puso en evidencia la pérdida de identidad de la central sindical cuando expresó que "los trabajadores no habían ido al Congreso a plantear demandas económicas, sino a apoyar a la revolución". Luego, al responder la pregunta de Emilio Máspero, observador del Movimiento Social Cristiano, acerca de cuál era el proyecto de los trabajadores, agregó sin titubear: "Lo que diga el Comandante".

En el XI Congreso, efectuado en noviembre de 1961, no quedaban vestigios del otrora movimiento obrero. Por vez primera se postuló un solo candidato para cada puesto y los delegados, que no representaban al movimiento sindical sino al Gobierno, renunciaron a casi todas las conquistas históricas del sindicalismo criollo: a los 9 días de licencia por enfermedad, al bono suplementario de navidad, a la jornada semanal de 44 x 48 horas, al derecho de huelga y al incremento constitucional del 9.09%, entre otros. A partir de ese momento, el movimiento obrero quedó bajo control del Estado y la CTC convertida en brazo auxiliar del Gobierno. Se consumó así la defunción del sindicalismo nacional.

La historia del movimiento obrero en Cuba viene a confirmar el carácter vital de la independencia de las asociaciones civiles. Las funciones sindicales, al depender del Gobierno, dejaron de emanar de sus propias necesidades e intereses. Aunque eufemísticamente conserve la denominación de Central de Trabajadores de Cuba, la realidad es que el sindicalismo cubano ha desaparecido —para mal de la nación— del escenario social.

Una cosa queda bien clara: si los sistemas totalitarios no admiten la pluralidad, el sindicalismo desaparece en ausencia de la independencia y la libertad. Los cambios que la Cuba de hoy demanda exigen la reconstrucción de la sociedad civil y, especialmente, de todo lo relacionado con el movimiento de los trabajadores.


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