Lunes, 04 noviembre 2002 Año III. Edición 486 IMAGENES PORTADA
Sociedad
Cerca de las estrellas

por RAúL RIVERO, La Habana  
Jodie Foster
Jodie Foster

¿Si no fueras Yubel Lázaro Echemendía Mena, quién te gustaría ser?

El Michael Jackson del año 2001. Con el rostro blanco, un lunar en la barbilla y esa elasticidad de gato asustado.

¿Si pudieras morir y reencarnar en una actriz, quién sería la elegida?

Dos. Serían dos. Selena y Jodie Foster. De la primera admiro su belleza primitiva y su tragedia latina. De la otra, la frivolidad y sus rasgos casi perfectos.

¿De no haber nacido en Batabanó, frente al mar, dónde te hubiera gustado venir al mundo?

Sin pensarlo dos veces: Los Ángeles, California. Nada político. Sólo por tener a Hollywood cerca desde mi primer día en el mundo. Respirar su aire y brillar con su luz.

¿Qué otro oficio o profesión te gustaría ejercer?

Soy peluquero y maquillista. Esa es mi vida, pero me fascina el piano, el violín, la decoración, la jardinería y la cocina. En el cine y el teatro aprendo mucho. Palabras bellas, frases deslumbrantes, salidas y entradas que dejan loco a cualquiera.

¿Naciste y te educaste en un sistema socialista. ¿Qué piensas del hombre nuevo?

Yo no pienso ni en el nuevo ni en el viejo. Pienso, sencillamente, en el hombre. En algunos hombres.

¿Cómo descubriste tu vocación?

Enseguida. En cuanto tuve uso de la razón. Comencé dándole colorete a mi hermana Miriam y, después, a todas sus amiguitas.

De vez en cuando, si estaba solo en la casa, me daba unos toques yo también. Nada exagerado. Unas sombritas y un pase tenue en los labios para reavivar la expresión.

En tu familia se dice que no eras bueno para estudiar. ¿Cómo conseguiste entonces seguir esos cursos superiores de maquillaje, peluquería y vestuario?

En realidad, en la escuela primaria yo pasaba el tiempo pensando en las musarañas. Las musarañas eran las modelos que veía en unas revistas de afuera que recibía Ricardito, un amigo mío, peluquero también, que ya se retiró.

Pensaba en eso y en los artistas y en las películas y me imaginaba que yo vivía entre ellos.

Cuando en La Habana me pidieron el certificado de doce grado para matricularme, por poco me muero. Yo tenía que meterme ahí de todas formas. Un amigo de Quivicán me salvó la vida. Me puso en contacto con un tipo ahí que quería no sé cuánto por el papel ese.

Con el mismo hombre le mandé a Miriam un recado que decía así: Olle dale a este enbiado las sinco poyonas que me quedan y el gayo y las piesas del telebisor ruso. Despue te esplico.


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