Jueves, 17 octubre 2002 Año III. Edición 474 IMAGENES PORTADA
Sociedad
Una farsa más

Mientras la situación del ciudadano de a pie se torna crítica, La Habana continúa jugando a las 'elecciones'.
por OSCAR ESPINOSA CHEPE, La Habana  
Baracoa
Baracoa, Guantánamo. 'Se hace camino al andar'
(Rosvita Rauch)

La votación para elegir a los diputados a las Asambleas Municipales del Poder Popular se realizará este 20 de octubre. Nada nuevo hay en este lamentable espectáculo, que periódicamente se escenifica en la Isla bajo un estricto control oficial y siempre con la participación de más del 90% de la población, según informan las autoridades gubernamentales.

En esta ocasión los manipulados comicios —harto conocidos por su falta de credibilidad— se efectúan en un contexto difícil para el pueblo cubano. La situación económica, política y social se degrada aceleradamente; el nivel de vida del ciudadano corriente se torna cada día más precario. A pesar de ello, dicha problemática no ha sido discutida durante el período de preparación de las elecciones. Por el contrario, los medios de difusión propagan intensas campañas destinadas a magnificar "logros" imperceptibles del sistema.

Ya adentrado octubre, el Gobierno ni siquiera ha informado acerca del comportamiento de la economía durante el primer semestre del año. El motivo es bien conocido por todos: su negativo desempeño en el período.

Por otra parte, los precios de los artículos de primera necesidad siguen aumentando escandalosamente; el proceso de dolarización continúa su escalada fragmentándose cada vez más la sociedad entre los pocos que tienen moneda dura y los que no; la situación de la vivienda resulta insostenible, agravada ahora por los efectos de los huracanes que recientemente han azotado el país; los salarios y pensiones no alcanzan para cubrir las necesidades fundamentales, y se acentúa la pérdida de valores espirituales de la población.

Por si fuera poco, debido a la descapitalización humana y material, la agroindustria azucarera se debate en una enorme crisis y una parte sustancial de los centrales es desmantelada, eliminándose decenas de miles de empleos y destruyéndose una riqueza forjada durante siglos.

A estas calamidades podría añadirse el continuo deterioro de las condiciones medioambientales, entre las que destaca el progresivo empobrecimiento de las tierras cultivables y los graves problemas demográficos existentes, como el galopante envejecimiento de la población.

Entretanto, el Gobierno incumple sus propias leyes. Son ignoradas las propuestas pacíficas y responsables, basadas en la legislación vigente. Tal es el caso del Proyecto Varela, que respaldado por más de 11.000 firmas —según establece la Constitución para solicitar una consulta ciudadana— fue presentado a la Asamblea Nacional en mayo pasado, sin que hasta el momento se haya recibido respuesta.

En este contexto, las elecciones convocadas por las autoridades no son más que una burla a la población. Incluso, los delegados electos en la práctica serán marionetas pues, como en ocasiones anteriores, no tendrán la menor posibilidad de resolver los graves problemas existentes en sus respectivas circunscripciones.

En el engendro electoral no hay nada nuevo ni original. En su esencia constituye una copia —con pequeñas modificaciones— de los viciados procedimientos de los países del extinto bloque socialista. Derrotado el totalitarismo, allí la población recuerda la farsa con repugnancia. Igual destino le está reservado a la nuestra.


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