Martes, 15 octubre 2002 Año III. Edición 472 IMAGENES PORTADA
Sociedad
El Grito de Yara

La nación procura sobreponerse a la crisis y los huracanes cuando se cumple un aniversario más del alzamiento de la Demajagua.
por MIRIAM LEIVA, La Habana  
Carlos Manuel
Carlos Manuel de Céspedes

El 10 de octubre de 1868, Carlos Manuel de Céspedes se levantó en armas, junto a un grupo de criollos, contra España, la metrópoli colonial. Cuba fue la última colonia española en proclamar su independencia en América: factores de carácter interno y fundamentalmente externo incidieron en la dilación del proceso iniciado a fines del siglo XVIII en Estados Unidos y Haití, y proseguido con fuerza a comienzos del siglo XIX en el sur del continente.

La posición estratégica de Cuba en el Golfo de México, frente a las costas de América del Norte, Central y del Sur, la convirtió en la perla de la corona española, objeto de interés de potencias como Inglaterra, Francia y Estados Unidos. No obstante, diversos eventos coadyuvaron a la postergación de los intentos por poseerla (salvo la breve ocupación británica de La Habana de 1762-1763), desde confrontaciones diplomáticas y armadas de las potencias hasta los conflictos entre los Estados esclavistas sureños que promovían su anexión y los Estados del norte de la Unión Americana.

Durante el siglo XIX se apreciaron corrientes de pensamiento en Cuba acordes con las influencias de las diversas situaciones existentes en España, Europa y Estados Unidos. En tal sentido, el movimiento anexionista contó, respecto a este último país, con figuras relevantes como Cirilo Villaverde y Domingo Goicuría. Tuvo momentos cimeros con las expediciones de Narciso López y el declive luego de su ejecución tras la última intentona de 1851, así como el golpe asestado por la Guerra de Secesión estadounidense. Todavía poco antes de ésta, en enero de 1859, legisladores del sur promovieron en el Congreso un proyecto de ley mediante el cual se destinarían 30 millones de dólares para que el presidente Buchanan comprara la Isla. Las amplias relaciones comerciales, mutuamente ventajosas, y los promisorios adelantos científico-técnicos, inspiraron siempre a los anexionistas cubanos.

La otra corriente política importante fue el reformismo, promovido por eminentes intelectuales y acaudalados hacendados como José Antonio Saco, Domingo del Monte y Arango y Parreño. Los enredos políticos en España, las revoluciones y las reformas daban esperanza a los cubanos de que en la Isla se otorgaran prerrogativas similares. Además, durante mucho tiempo se temió que un levantamiento armado fuera aprovechado por la amplia población negra, esclava o libre, a fin de alcanzar una situación similar a la de Haití.

En 1866 se produce en Cuba una situación económica embarazosa, que inicialmente los criollos achacaron a problemas internos de carácter político, por no haber logrado avances para sus demandas de reforma en la organización económica y el sistema de impuestos durante las sesiones de la Junta de Información efectuada en Madrid. Pero poco a poco reconocieron las causas externas, influidas por la crisis económica internacional de ese año. Por otra parte, en 1867, el Gobierno español aumentó el impuesto directo sobre la renta y las utilidades del comercio, que fue cobrado con grandes arbitrariedades. Éstas, unidas a la crisis financiera y la prolongada depresión económica, hacían prácticamente imposible —hasta a los más ricos propietarios— pagar los tributaciones, sobre todo cuando la zafra azucarera fue inferior a lo previsto.

Había que oponerse enérgicamente a España. La respuesta provino del Departamento Oriental. En la ciudad de Bayamo, los centrales azucareros y las grandes haciendas estaban muy golpeados por la crisis; desde hacía tiempo los pobladores se distinguían por sus ideas independentistas. El más rico hacendado de la zona, Francisco Vicente Aguilera, ya en 1863 realizaba propaganda separatista y, en agosto de 1867, comenzaba a preparar la insurrección.

Varias veces la fecha del alzamiento fue postergada, debido al interés de convencer a los patriotas del resto del país para que se incorporaran a la lucha. A los decididos orientales se les aconsejaba esperar más recursos y armas. Finalmente, el 10 de octubre de 1868, ante la confidencia de que el Capitán General había sido alertado, uno de los complotados, Carlos Manuel de Céspedes, emitió un manifiesto y declaró el estado de guerra al mando de 37 hombres. Fue la chispa de la Guerra de los Diez Años. La primera batalla se produjo en Yara, donde la llegada del dominicano Luis Marcano y sus 300 hombres cambió el curso de una acción que parecía perdida.

El 134 aniversario del Grito de Yara coincide este año con la conmemoración del centenario de la instauración de la República de Cuba, el 2 de mayo de 1902 (esta última efeméride careció del merecido reconocimiento y festejo en la Isla). Las circunstancias que enfrenta la mayor de las Antillas este 10 de octubre tienen lamentables similitudes con las de 134 años atrás. El mundo se encuentra sumido en dificultades económicas que afectan a la Isla, tan dependiente del exterior: el turismo languidece, las remesas de los cubanos residentes en el exterior han descendido y las inversiones foráneas disminuyen. La que fue su principal industria, la azucarera, va hacia la extinción.

Por si fuera poco, dos ciclones han pasado sobre Isla de Pinos y la provincia de Pinar del Río, con menos de 15 días de intervalo. A su paso destruyeron miles de viviendas, almacenes y sembrados, y dañaron parcialmente decenas de miles de edificaciones, carreteras, cables eléctricos y telefónicos, e industrias. Luego de unos 12 años de Período Especial, o sea, de crisis económica en proceso de recrudecimiento, reponer las escasas y deterioradas pertenencias de la población en los lugares afectados se torna muy difícil e, incluso, imprevisible. El 134 aniversario del Grito de Yara se celebra en estado precario.


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