Viernes, 11 octubre 2002 Año III. Edición 470 IMAGENES PORTADA
Sociedad
El ciclón y el Estado

Sólo en San Juan y Martínez, Pinar del Río, hubo 1261 derrumbes totales tras el paso de Lili e Isidore.
por ADOLFO FERNáNDEZ SAíNZ, La Habana  
Daños
Las Canas, Pinar del Río. Tras el paso de dos huracanes

Dos ciclones —Isidore y Lili— con trayectorias casi idénticas se han abatido en menos de 15 días sobre las mismas poblaciones de Isla de Pinos y la zona occidental de Pinar del Río. Municipios completos en Guane, Mantua, Sandino, partes de San Juan y Martínez y San Luis —todo el extremo occidental de Cuba— llevaban 12 días sin corriente eléctrica por los efectos de Isidore cuando ya tenían sobre ellos la segunda tormenta.

La falta de electricidad complica el abastecimiento de agua corriente en momentos en que es más necesaria la higiene de alimentos y líquidos para evitar epidemias de diarrea.

Al desbordarse los ríos, han quedado incomunicados poblados enteros. Se ha perdido el contacto telefónico con numerosas comunidades. De repente, Isla de Pinos y la parte occidental de Pinar del Río han quedado como en el siglo XIX, antes de la luz eléctrica, el teléfono y el transporte motorizado, a merced de epidemias.

Los rostros se ven conmocionados. Miles de casas han perdido el techo. Sólo en San Juan y Martínez hubo 1261 derrumbes totales.

Para quien tiene la casa mala no hay huracán pequeño (ambos fenómenos fueron categoría 2 en una escala de 5). Ello conduce a la calidad de la vivienda en Cuba. Las moradas con techo de placa de hormigón resisten, pero los techos de planchas de asbesto o de zinc (los que más abundan) o de guano, son presa fácil del viento.

Decenas de miles de familias han quedado sin techo y perdido lo poco que tenían: ropa, muebles, colchones... No se van a morir de hambre, pero están muy mal alimentadas. Si en tiempos normales el Gobierno no garantiza, ni permite que el cubano se procure, los medios suficientes para vivir honradamente, imagínese ahora, con dos ciclones seguidos. Poco pudieron hacer las familias en preparación para la grave contingencia. No hay un mercado donde comprar tablas y clavos para asegurar puertas y ventanas. Hay que pedir prestado y enderezar clavos usados.

No hubo una provisión de leche en polvo por si los afectados quedaban incomunicados muchos días; sólo se vendieron granos de mala calidad, que no se pueden comer sin cocinarlos arduamente. Ello lleva también al problema del combustible casero. Sólo se vendió una botella de keroseno por familia. Hay que almacenar agua, pero debe estar limpia, hervida, para evitar epidemias que podrían ser fatales en estas circunstancias. Ni siquiera hubo una cuota especial de velas y fósforos.

Si el Gobierno cubano fue capaz de rubricar contratos con firmas americanas por casi cien millones de dólares para pagar al contado, ¿cómo entonces no hubo recursos para arrancar el tractor que mueve la carreta de recoger los escombros del ciclón anterior en San Luis, Pinar del Río?

Cuando hay ciclón, el Gobierno asume el papel protagónico. Si en tiempos normales la presencia del Estado es ubicua, ahora lo es todo: la información sobre el huracán y las familias que han quedado sin techo, los albergues para evacuación, la esperanza del retorno de la luz eléctrica, el teléfono, el transporte motorizado... sólo pueden venir desde arriba. El Estado, en el centro, disponiéndolo todo. Los demás en la desolación.

En esto el régimen cubano es muy celoso. Nadie más puede ser benefactor del pueblo, porque luego vienen los agradecimientos públicos y esas son ventajas políticas.

Aparte del Estado, las iglesias pidieron a sus fieles que contribuyeran (con lo poco que tienen) para mitigar a sus hermanos damnificados. Pero de eso se enteraron sólo los feligreses. Los medios de información controlados por el Estado no dieron esos avisos. Tampoco éste acepta ayuda internacional. Los afectados tienen una dignidad especial: el Gobierno se encarga de negarse a pedir limosna por ellos.

Durante los ciclones, la prensa insta a la valentía y el buen ánimo. No se ve bien que la gente llore o se angustie. Los medios se concentran en las loas a nuestro pueblo y al Comandante en Jefe.

Un titular del semanario Trabajadores decía tras Isidore: "¡Pinar del Río como gigante se levanta!" Pura poesía. La familia que quedó sin techo estará ahora mismo mirando al cielo para ver de dónde le llega la mucha ayuda que necesita. Y si en ese momento hay que gritar "¡Viva Fidel!" o "¡Vengan 40 años más de socialismo!", pues se grita.


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