Miércoles, 31 julio 2002 Año III. Edición 421 IMAGENES PORTADA
Sociedad
Palabras en saco roto

Una comparación entre la libertad de prensa en Occidente y la realidad mediática cubana.
por MICHEL SUáREZ, Valencia Parte 1 / 2
Mirando al mar
Mirando al mar (Luis Cruz Azaceta)

Libertad es, en Cuba, un término en desuso. Prerrogativa de prensa libre, un concepto prehistórico, referido a la circulación independiente de noticias entre dinosaurios y mamuts. Si el Gobierno cubano pudiera, ya lo habría vetado del diccionario de la Real Academia de la Lengua, puesto que, en fin, ¿quién se atreve a afirmar que los españoles gozan de semejante privilegio?

El régimen tiene razón. No hay mayores libertades en la prensa ibérica. Sólo las que permiten a una funcionaria socialista como Consuelo Rumí Ibáñez publicar un artículo en defensa del PSOE en La Razón, el diario nacional más derechista. O al combativo líder de ese partido, José Luis Rodríguez Zapatero, dirigirse a las televisiones públicas y privadas para arremeter contra una ley del Gobierno. Eso sin contar las frenéticas alocuciones del secretario de Izquierda Unida, Gaspar Llamazares, convocando a la huelga general después de ir a Cuba, abrazar a Fidel Castro y calificarle de héroe.

Bellas restricciones las que impone el "cruel" régimen de José María Aznar a las fuerzas políticas y mediáticas de su país. De seguro un excelente ejemplo de contraste para el profesor brasileño Hélio Doyle, a quien bastaron 40 días en la mayor de las Antillas para confirmar su teoría de que "es natural que la prensa de un país socialista no sea instrumento del capital y de la economía de mercado y se oponga al neoliberalismo". Tiene razón el experto carioca cuando dice que "la prensa es un instrumento ideológico, en el capitalismo y el socialismo", pero peca de superficialidad al no reconocer la pluralidad ideológica del capitalismo (con sus millones de defectos), la misma que le permite a él defender la tesis absolutista cubana —desde una sociedad como la suya— sin que ello le convierta en un "traidor asqueroso que merece la cárcel por difundir ideas falsas".

Lo relacionado con la libertad de prensa es hoy en día un fenómeno complejo. Ciertamente, existe una barrera económica, difícil de vencer para quienes aspiran a convertirse en difusores periodísticos en cualquier sitio del mundo. La mayoría de las empresas noticiosas forman parte de un entramado en el que el capital es decisivo para ejercer el control de un medio. Para un ciudadano común es casi imposible dominar los contenidos de un determinado órgano. Pero atención: ello no quiere decir que no esté representado. "Libertad de prensa" es un concepto relativo, siempre expuesto a la tergiversación de ambas partes: debe procurar entendérsele como un proceso únicamente viable —en toda su plenitud— a nivel macrosocial.

En una sociedad de poderes independientes y respeto absoluto de la libertad de palabra, están dadas las condiciones para que cada grupo se exprese en consecuencia con su ideología. Es en esa confrontación donde nace la libertad de prensa; un espacio múltiple en el que concurren los medios de comunicación de las más diversas tendencias, desde derechistas, izquierdistas y centristas, hasta ultras y apocalípticos. Como toda contradicción, provoca beneficios dialécticos.

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