Todos somos la vida |
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por RAúL RIVERO, La Habana |
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Hacia la medianoche, unas nubes grávidas y oscuras se enmascararon en el cielo alto de Palmira, en el sur, en el centro de Cuba. Algunas siguieron camino a Cienfuegos.
Un tipo le había dicho a Marvín Hernández: avisa a tu familia, que esta noche te van a dar un mitin de repudio.
Estaba comenzando este verano y ni aun así la gente del pueblito donde Benny Moré cantó por última vez, salía a refrescar en el parque o en las calles abandonadas.
El padre, las hermanas y los sobrinos de la periodista Marvín Hernández no se podían preparar para recibir esa sesión de odio estatal que es siempre un mitin de repudio. Sólo cerraron las puertas y se pusieran a esperar. Los niños se durmieron.
Pasó un carro y otro y en la esquina se escuchaban las voces de los organizadores de la misión. Se ensayaban las consignas y se hacía el listado de insultos.
Marvín es fundadora del periodismo independiente. Estudió ingeniería y es religiosa. Claro, esa noche se le gritaría frente a su casa, ante vecinos y familiares, "agente de la CIA, terrorista, espía, mafiosa, hereje, apóstata y blasfema".
Cuando las piedras ya estaban en los bolsillos de los defensores del socialismo y el rencor rebosaba en los cuellos de las blusas y las camisas, aquellas nubes se abrieron sin compasión sobre Palmira.
Se fueron ensopados para sus casas y se postergó la acción revolucionaria.
En Pinar del Río el agua no es tan precisa. Esta semana, una pandilla bombardeó con huevos y heces fecales la casa de Víctor Rolando Arroyo.
El periodista, que cumplió hace dos años una sanción por repartir juguetes a los niños el día de los Reyes Magos, y que ha sufrido otras agresiones en su residencia, tiene enrejada la entrada principal y un escandaloso perro salchicha lo protege a él, a su esposa y a sus dos hijos.
No se sabe si antes o después del ataque al pequeño apartamento de Arroyo, el mismo grupo (quizás otra brigada) se propuso atacar también el sitio donde vive la madre del comunicador.
La penumbra, una mala información, la ceguera de la ira o todo junto, condujo a que los infatigables compañeros fusilaran la pared de un vecino.
Sólo dos días antes del accionar del comando nocturno, yo me estaba tomando un café en la cocina de Víctor y Elsa, los niños ya veían un juego de fútbol en la televisión y otros amigos comentaban la actualidad.
Por el momento todo está tranquilo, dijo Jesús delante de un enorme jarro de café.
Sí, respondió Arroyo, hasta que ellos quieran, y se puso a mirar por la ventana unos árboles que se movían en la sombra espesa.
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