Lunes, 22 julio 2002 Año III. Edición 414 IMAGENES PORTADA
Sociedad
Ingredientes de un rumor

Éxodo: Sobre el origen de la 'bola' que ha puesto a correr a las autoridades cubanas.
por ADOLFO FERNáNDEZ SAíNZ, La Habana  
Castro
26 de junio: Fidel Castro amenaza a Estados Unidos
con cancelar los acuerdos migratorios

Finalmente el Gobierno cubano tuvo que desmentir el rumor para no tener que enfrentar las consecuencias. Rara vez la presión popular arranca algo al régimen, pero está claro que éste tuvo que salir al aire por la radio y la televisión para contener la marea humana de aspirantes a balseros, echándole la culpa—como siempre— a "las emisoras contrarrevolucionarias del sur de la Florida" y a "la mafia miamense".

La próxima vez el infalible castrismo deberá afinar más la puntería: ninguna emisora ubicada fuera del territorio nacional tiene tanta influencia en Cuba, en particular sobre la juventud. Es fácil de comprobar que las emisoras comerciales floridanas tienen poco público en la Isla. Se oyen mal. Por eso la gente las escucha poco.

Tampoco influye demasiado Radio Martí. El Gobierno la interfiere a base de estridencia. Y en todo momento de la actual crisis, la emisora oficial de los Estados Unidos para Cuba se mantuvo diciendo, por medio de sus principales portavoces, que estaba a favor de una inmigración segura y ordenada, que evitara la pérdida de vidas humanas.

No. El rumor no comenzó fuera de Cuba. Sencillamente, porque nadie fuera tiene semejante poder de movilización dentro.

Ha quedado históricamente registrado cuál fue el inicio del rumor que centró las mentes en el 4 de julio y puso a correr a las autoridades. El miércoles 26 de junio, en horas de la noche, Fidel Castro amenazó al Gobierno estadounidense con cancelar los tratados migratorios y cerrar la Oficina de Intereses de los Estados Unidos en La Habana. Y lo hizo en un país donde la sola mención del rompimiento de acuerdos de esta clase dispara las esperanzas de miles y miles de jóvenes frustrados, que inmediatamente se ven navegando hacia Miami. Miles de ancianos —y de otros más jóvenes— han ido o esperan ir pronto a los Estados Unidos en visita familiar, a reponerse un poco; que de pronto les digan que se va a cerrar la puerta por donde salen a ver a sus nietos americanos, no resulta nada halagüeño.

Quizá ninguno de los jóvenes que ya tenían preparadas sus balsas, o que se turnaban en el malecón las madrugadas de esta última semana, escuchó el discurso de Fidel Castro ante la Asamblea Nacional del Poder Popular. Bastó que les llegara la noticia de las amenazas proferidas por quien, para ellos, siempre "manga" a los americanos.

Es increíble lo poderoso de la imaginación popular. El rumor circuló de boca en boca, con una eficiencia pasmosa, en esta era de las comunicaciones por satélite. La gente que acudió al malecón con la certeza de que le había llegado la hora de largarse del paraíso de los trabajadores, no oyó por ninguna estación de radio ni leyó en periódico alguno la "noticia". Posiblemente ninguno sepa lo que es navegar por Internet. Imaginación y desespero.

El rumor tenía una lógica aplastante, sencilla. Según la maldita "bola", el Sr. Bush cobraría venganza. Demostraría al mundo que el 99 y tanto por ciento y los más de ocho millones de firmas que dice haber recogido el castrismo eran, como todo, una mezcla de manipulación y chantaje. Con una fila de barcos en el horizonte habanero, un millón de jóvenes de todas las provincias, firmantes de la Iniciativa de modificación constitucional, remaría con todas sus fuerzas para llegar al ansiado límite de las doce millas. Así todo el mundo se enteraría de la verdad.

Pero la lógica popular no concuerda con los intereses de la nación más poderosa del mundo, mucho menos con la inocencia perdida del 11 de septiembre.

La magia del rumor fue tan relevante que ya no hacían falta siquiera barcos en el horizonte. Tal y como iban las cosas, se concentrarían en el malecón miles de jóvenes el día de la independencia de los Estados Unidos —que nunca en la vida se ha celebrado en la Isla por el cubano de a pie— sólo con la esperanza de que hubiera embarcaciones, sólo con haber oído que los estaban esperando. Y esto apenas dos semanas después del triunfo "rotundo" y "rutilante" del castrismo.

Pobre papel el que le ha tocado desempeñar al cubano en esta corrida. Hubo muchachos tan esperanzados y seguros que vendieron sus pertenencias para conseguir recursos con que preparar el viaje.

"Nuestro pueblo no se dejará confundir", decía la nota oficial. El rumor ha servido para desengañar a los que creyeron que de veras el pueblo cubano ya había entregado su corazón. Y la muy simbólica fecha del 4 de julio nadie sabe de dónde salió.


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