Lunes, 22 julio 2002 Año III. Edición 414 IMAGENES PORTADA
Sociedad
La corrida del balsero

Se comenta en las calles de La Habana: la primera quincena de julio puede alumbrar un nuevo éxodo masivo.
por LUIS MANUEL GARCíA, Sevilla Parte 1 / 2
Lanchita
La Habana. 'Lanchita de Regla'

A la tradicional corrida del pargo, que han aprovechado los pescadores cubanos desde tiempos memoriales, se ha sumado en los últimos cuarenta y tantos años la corrida del balsero, evento de periodicidad variable que tiene lugar en el Estrecho de la Florida. O en el Ancho de la Florida, que a bordo de una balsa rústica elaborada con cámaras de camión y astillas de madera (por aquello de los astilleros) debe parecer más ancho que el Océano Pacífico.

Si el ciclo del pargo responde a impulsos reproductivos, y los ciclos de la luna a la mecánica celeste, la periodicidad de los balseros es sumamente compleja, al estar determinada por la superposición de diferentes ciclos y algún que otro circo. Además de la periodicidad estacional, que determina máxima afluencia en el verano y mínimos en épocas de nortes y ciclones, existe una periodicidad nutricional. Mientras más difíciles los féferes en la ínsula, más balseros corren por el estrecho. Los sesenta, los setenta, y especialmente los noventa, han sido épocas de auge.

Los ciclos (¿o circos?) políticos, por su parte, son los que marcan las hemorragias masivas de cubanos hacia el Estrecho. Camarioca, Mariel, el maleconazo del 94. Cumplen perfectamente su función como válvula de escape que, según el Manual para la Conservación del Poder Perpetuo, debe abrirse a discreción siempre que la presión del descontento supere los máximos recomendables. Dado que el Operario en Jefe de la válvula es ducho en convertir "el revés en victoria", cada uno de estos eventos ha tenido utilidades colaterales. Camarioca aportó grandes beneficios inmobiliarios, Mariel limpió las cárceles y el 94 abortó las primeras revueltas callejeras de "nuestra era", que amenazaban convertirse en motín urbano. Han sido, además, un vehículo ideal para la exportación de espías. Y en todos los casos, la mayor utilidad ha sido convertir la disidencia efectiva, o potencial, en huida, creando de paso un conflicto migratorio al "enemigo".

En esencia, estas "agresiones migratorias" demuestran el desinterés, cuando no el desprecio de las autoridades cubanas, por el destino de sus ciudadanos. Aducen que Estados Unidos alienta el éxodo ilegal y limita la emigración legal. Algo parcialmente cierto, en la medida que la ley de ajuste cubano —legislaciones similares benefician a ciertos ciudadanos nicaragüenses, haitianos, y de la antigua Unión Soviética, Vietnam, Laos y Cambodia, estos últimos gracias a la "Enmienda Lautenberg" de 1989— ofrece a los cubanos una ventaja adicional. Y parcialmente falso, dado que, considerando la política del Gobierno norteamericano hacia el régimen imperante en la Isla, le sería más conveniente que ese disidente potencial se convirtiera en disidente real, y no en exiliado.

En sus continuas acusaciones a Estados Unidos como promotor del cementerio marino que es el Estrecho de la Florida, La Habana olvida dos elementos clave. Primero: Si los cubanos fueran felices y prósperos en su tierra, no emigrarían. Y segundo: un gobierno se debe a sus ciudadanos, no a los de otro país. De modo que sumir a los cubanos en una miseria sin esperanzas de redención, que invita al éxodo, y usar los balseros como moneda política, es responsabilidad exclusiva del régimen. Claro que para las autoridades de La Habana, el ciudadano sólo existe en tanto que súbdito obediente.

Ahora se rumorea una nueva corrida del balsero, tras la amenaza del señor Fidel Castro, el 26 de junio, de eliminar la Oficina de Intereses y torpedear los acuerdos migratorios firmados entre La Habana y Estados Unidos en 1994-95. Un persistente murmullo que recorre la Isla, anuncia para la primera quincena de julio un éxodo masivo, e incluso que Estados Unidos colocará embarcaciones en el Estrecho para acoger a los prófugos. Tanto las autoridades norteamericanas como las de la Isla han negado que una reedición del Mariel se aproxime.

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